SEGUNDA GRAN GUERRA - ATLANTIS
Extrañamente y después de mucho tiempo dormí… Habían transcurrido casi diez horas desde que al poner mi cabeza sobre la almohada repasaba el movimiento del día sonriendo. Dormí como hacía mucho tiempo no lograba hacerlo, ¡dormí más de la cuenta! 10 horas de descanso absoluto sin pesadillas o despertares de incertidumbre, como si “algo” más allá de lo que pudiera explicarme, hubiese cubierto mi descanso protegiéndome de los ataques de pánico que venían sorprendiéndome noche a noche en los últimos meses. Sí, ya estaba alucinando poderes desconocidos…
Me puse de pie y tuve una sensación también fuera de lo normal, habiendo dormido casi 10 horas, no habiendo hecho gimnasia alguna, ¿por qué me dolían los brazos y las piernas? No era un dolor fuerte, era lo más parecido al día siguiente de una ida al gimnasio y nada más… Pero no había hecho ejercicios.
Me preparé un café y tomé papel y lápiz para formular preguntas, tachaba, borraba, no lograba tener claro nada… La hora me ganó y después de un duchazo y el correspondiente cambio de ropa, tomé un último trago de café ya frío y doblando el papel borroneado para llevarlo a mi bolsillo, salí rápidamente rumbo al encuentro con las respuestas de las preguntas que no sabía hacer.
Él me recibió con una sonrisa y el infaltable café caliente.
- Bienvenido… Como te dije, es tu día de respuestas, puedes preguntar.
- Claro… - Se mezclaba todo en mi mente y nada era claro, mil preguntas parecían formarse y entrelazándose confundirse entre sí para hacerse humo. – Preferiría hacerlo más tarde.
- Como quieras… ¿Escribimos entonces?
- Sí.
Me senté ante la computadora y abrí el archivo sin decir palabra alguna. ¡Tanto que preguntar y ni una sola frase clara! Empezó a dictar.
“El hundimiento del Lugar Pacífico de los mundos, que desde el renacimiento de las razas sería recordado como “L mouri” Como recordatorio de la extinción de vida pasada, dio pie al surgimiento de nuevas tierras antes no nacidas, la faz del planeta evidenciaba un cambio importante y fue en una de las zonas nuevas en donde decidieron edificar la nueva civilización a la que llamarían Atlantis por ser el lugar naciente, la tierra primogénita, la primera vértebra del nuevo mundo.
Al cabo de cientos de años terrestres más, durante la edificación de la gran ciudad de Uthu como capital de Atlantis, los restos oscuros y resecos de Edenario expulsados al límite del sistema, aparecieron visibles en el cielo del planeta azul. Los grankas regresaban ocultos en sus naves, dentro de las entrañas del reseco y oscuro planeta muerto, que amenazaba chocar con Teramar nuevamente. Con tecnología más desarrollada de la unión hecha con razas ambiciosas, los dhevas grankas, tenían ahora la capacidad de tomar apariencias físicas a su antojo.
Enviaron desde el reseco mundo de regreso, sus naves con su ejército de daño disfrazados de humanos, para poblar un espacio en el planeta azul renovado. Buscarían desde ahí, cumplir la orden de “Belshú” quien, a pesar de su fallecimiento físico, era “contactado” según decían, por los dhevas al mando Hed I y Lub I, que convertidos en los dirigentes de la “revancha” eran iluminados por las palabras que solo ellos, “elegidos especiales” dentro de la gran nave disfrazada de planeta muerto, podían escuchar de su Dios “Belshú”. La orden era buscar a los hijos impuros de Adaneva y a todos los “traidores desterrados” para exterminarlos y apropiarse del lugar azul, iniciando así una segunda gran
guerra.
- ¿Se comunicaban con un muerto? ¿cómo?
- “Según ellos decían”, se aparecía convenientemente sólo ante ellos dos… De esa manera podían tener un chivo expiatorio de sus decisiones.
- ¿Y lo hacían? ¿Veían al muerto?
- No… ¿Seguimos?
- Sí, claro…
Otra vez, se impuso la violencia en Teramar. Esta vez los terrestres mezclados alzaron sus armas y los Shivas descendientes se unieron a ellos en la defensa de sus tierras. Y otra vez las armas destruyeron parte de la vida causando nuevos temblores y nuevas inundaciones. Esta vez el daño del suelo fue más leve y muchos lograron salvarse. Hijos de los “traidores” mezcla de edarios con terrestres huyeron a lugares altos buscando un nuevo destino. Se confundieron con los primitivos terrestres de cuerpos torcidos que seguían en sus cuevas abrazados en su miedo. También un grupo de edarios puros, lograron encontrar montañas altas, pero no se mezclaron con las razas de la tierra. Querían conservar la pureza edaria para no ser señalados y perseguidos como sus hermanos.
Gama I, el guía superior en la base de plata, decidió intervenir directamente para evitar más daño en el planeta azul que fue nuevamente estabilizado desde el satélite. No había tiempo que perder, Gama I descendió en Teramar, aun sabiendo que el plan de defensa ponía en riesgo su existencia corporal. Mriem VI y Human I Enviaron desde el satélite de plata una onda de energía hacia la triangulación entre el mar cercano al río principal que alimentaba la base con rostro y el mar opuesto en Teramar, Ahí, en la cúspide de la triangulación, la punta que señalaba el mar opuesto frente a Atlantis, Gama I estaría esperando la onda que haría eco con su cuerpo para ampliando su poder, ser dirigida a través de sus manos hacia el planeta muerto que amenazaba con un nuevo choque. Se desvió su rumbo obligándolo violentamente a perderse de nuevo hacia el límite del sistema, llevándose en sus entrañas a los grankas y dhevas que no habían descendido, llevándose también en su choque energético, el cuerpo etéreo del Dheva que al inmolarse dejaba un ejemplo de amor, dejando una huella de su rastro en la ubicación exacta de la partida de su energía.
Los dhevas grankas que habían logrado bajar a luchar se perdieron en las montañas de Teramar sin lograr ser detectados. Entonces, por seguridad, el guía superior de los mares en la tierra azul, juntamente con la reina Summic, cruzaron el mar trasladando en grandes embarcaciones a los perseguidos y a los terrestres nativos cercanos al descenso, hacia Atlantis, la tierra fértil rodeada de aguas, alejada de las montañas.
Las construcciones imponentes de la nueva ciudad de Uthu, serían el hogar perfecto para los perseguidos, ahí serían resguardados por Posidew rey de las aguas y su consorte reina de la tierra, hija perfecta de todas las razas, la más amada por los Uthus, pueblo naciente de la luz del nuevo sol después de la noche eterna, quien, sin dudarlo, había escogido de entre todos sus habitantes al más justo, el más aguerrido, el más diestro, capaz de proteger a todos como hijos dentro de su abrazo. Una mujer poseedora de la belleza de todas las mezclas, valiosa tanto en su aguda inteligencia como en su absoluto amor, ella, alma nueva y poderosa en la defensa, enviada para el renacimiento del amor, Mae X quien sería conocida, amada y recordada en tierras y mares como la reina Summic.
Ahí se llegó a formar un nuevo mundo de armonía. Lugar de unión de las razas de la tierra y los mares, dando fruto entre sus reyes Posidew y Summic a las princesas guardianas del arte, la cultura y el amor, raza nueva de mujeres combatientes, mezcla de hipocampo y humano unión perfecta de Summic y la raza azul del rey de los mares, princesas de inmensa belleza andrógina, hermafroditas cuya capacidad de subsistir tanto bajo el mar como en tierra, daba una fortaleza especial en la defensa de Atlantis. Defensoras que se regirían para proteger Atlantis y las profundidades bajo las siete leyes fundamentales del universo. En Atlantis se quedaron también, los dhevas y shivas maestros preparados para enseñar del amor, que se refugiaban en la base con rostro, siendo solo uno quien permaneciera en la base guardiana con rostro como vigía. Y transcurrió el tiempo en tregua de aparente paz, mientras Atlantis surgía como una gran civilización en la que se mezclaba el amor con la tecnología logrando un perfecto balance
Los edarios puros habían hecho contacto en las montañas con los dhevas grankas de apariencia humana que habían descendido y aprendieron su tecnología. Amaron sus raíces puras sintiéndose superiores a cualquier mezcla y se armaron preparándose para la conquista del planeta azul.
Los edarios envenenados por la sed de poder, al quedar lejos de Atlantis, no podían conformarse con las tierras de las montañas y sus alrededores. Querían destruir a los hijos de los desterrados y después de mucho tiempo de urdir el plan, llegaron a Atlantis y se infiltraron entre los habitantes de la periferia a la gran ciudad, ganando adeptos para su fin de “limpieza de la raza”.
Finalmente, al cabo de doscientos años más, llegaron de nuevo los invasores con la muerte en las manos produciendo de nuevo el caos. Volvió a arder el mundo quebrando las puertas de Atlantis a los atacantes sin piedad.
La vida física de los maestros dhevas y shivas en Atlantis fue exterminada ante los ojos aterrorizados de Summic y su pueblo, que los consideraban consejeros superiores. De los dhevas y shivas puros en el planeta, sólo quedaron dieciséis en la base con rostro. Éstos no sabían cómo ayudar a sus hermanos desde esa base y no pudieron evitar la masacre.
Al invadir Uthu en Atlantis los grankas dhevas hicieron a sus habitantes presas de terribles torturas. Disfrutaban atándolos a enormes ruedas que hacían girar a gran velocidad esparciendo los cuerpos del pueblo de Uthu en pedazos, sobre los horrorizados ojos de los hijos del sol obligados a contemplar los sacrificios. Los gritos de dolor de los Uthus, en el tiempo del dominio granka dheva sobre Atlantis, se escuchaban confundidos con el viento. Llegando hasta los oídos de sus hermanos dhevas y shivas refugiados en la base. Éstos, sintiendo inútil su espera, decidieron dejar la base cerrada para siempre, dirigiéndose a Atlantis con sus espadas incandescentes, ofreciendo sus vidas físicas para ayudar a los Uthus. Se encontraron en el camino con grupos de shivas y terrestres mezclados que habían logrado escapar y regresaron juntos a Atlantis para pelear cuerpo a cuerpo contra los grankas dhevas unidos a los edarios puros… Los guardianes de la base con rostro no pudieron sobrevivir. Los bandos divididos mostraron todas sus armas. Los grankas dhevas poderosas bombas y rayos destructores. Los Uthus, dispuestos a la lucha contrariamente a la esencia de su raza, usaron las espadas de incandescencia de Los guardianes caídos. Al ser usadas como armas de guerra, las espadas eran capaces de grandes destrucciones. La tierra rodeada de agua empezó a temblar.
Desde el plateado satélite donde Mriem VI y Victus VII advirtieron el inminente hundimiento. Era una tierra nueva flotante, no había rocas apuntalando ese suelo y el caos causado la haría colapsar. Entonces Manhu quien desde la noche eterna orbitaba el espacio cercano a Teramar protegiendo su alto cielo, deteniendo el tiempo como burbuja dentro de su nave salvadora, creciendo en familia y amor con Amanta, su compañera en huida y viaje, quien decidió llegado el momento de perder su eternidad detenida, trasladándose ambos, Brevt II y Clari VI, hacia la ciudad de Uthu. Manhu anunció el desastre con muy poco tiempo para la huida, pero el suficiente como para salvar vidas en su nave, que, si bien no podría volver a cruzar el cielo, sí podría sostenerse incólume sobre los mares. Grupos de navegantes escucharon las voces de Manhu y Amanta mientras subían a su nave todo tipo de especie alrededor, tomando su ejemplo para huir en naves terrestres, refugiándose en tierras altas y firmes lejos del caos. Los atacantes al notar el movimiento del suelo que se abría a su paso también escaparon de regreso a sus montañas.
El hundimiento de Atlantis causó un cambio de la faz de tierra azul. Naciendo durante los terribles terremotos, un continente nuevo emergido de las profundidades en la zona de picos del mar plácido lejano. Un crecimiento del mar de Atlantis en desenfrenado movimiento separó con manotazos a los grupos que huían, situándolos a distancias muy lejanas unos de otros a pesar de los esfuerzos de Posidew y sus hijas para controlar la furia de las aguas durante los viajes. El recuerdo impreso en los ojos de los Uthus durante su partida, resumía la contemplación de su maravillosa civilización de paz, sus tierras florecientes, sus olas suaves acariciando sus suelos, sus defensoras equinas cantando melodías acordes con el ruido del mar, su rey justo controlando las profundidades y la risa fresca de su reina al mirarlos partir, alentándolos a continuar la vida, quedándose ella con los que no pudieron encontrar embarcaciones, de pie, fuerte, erguida, abrazando el obelisco central símbolo de la unión de razas en amor, mientras las aguas devoraban su cuerpo no apto para sobrevivir bajo el mar.
Los Uthus que lograron salvarse, se unieron a los terrestres que formaban tribus en cuevas a gran altura y optaron por esconderse con ellos y olvidar para no ser perseguidos nuevamente, el horror vivido había estado a punto de cegar sus vidas y en pacto silencioso creyeron más segura la supervivencia. El dolor vivido y el miedo, compañero inseparable de los seres mortales, fue el principal causante del olvido. Cerrándoles los ojos y el pensamiento por terror al pasado. Miedo que, a pesar del avance espiritual de su raza, produjo un gran atraso tecnológico, buscando culpables invisibles de los sucesos. Perdiendo sus raíces y su sabiduría en los largos tiempos de carestía que siguieron.
Mriem VI y Victus VII, se quedaron en el satélite helado respetando el silencio que dejaron las aguas al retirarse en Teramar. Todo había tomado un rumbo equivocado. Debían encontrar la forma de volver a sus raíces de amor a los hijos de Teramar y no sabiendo cómo, dejaron correr el tiempo en una espera de silencio que reinó durante largos años terrestres siendo cómplices del olvido.
Por fin, al paso del tiempo estuvo listo el primer grupo de nuevos shivas que bajaría. Doce nuevos hijos irían acompañados por un maestro dheva y siete guerreros navegantes. Irían en una nave creada con la suficiente capacidad para albergarlos a ellos y las provisiones necesarias para su sustento, durante el viaje y luego en tierra mar. La mayoría de ellos, adultos ya, lloraban despidiéndose de los que habían sido sus tutores. Se había creado un vínculo muy fuerte entre ellos y la nueva mezcla evidenciaba un aspecto de pertenencia muy fuerte, no antes visto entre shivas que hacía importante su apego siendo difícil la separación.
Mriem VI Dheva al mando y Victus VII Maestro superior, desde sus pantallas en la base plateada, quedaron en permanente comunicación atentos a su descenso. Llegarían al lugar de la base con rostro en Teramar para restaurar el contacto perdido desde ahí. Las imágenes que los viajeros fueron transmitiéndoles hablaban de un lugar diferente al que creían. La tierra era más grande de lo que imaginaban. Sus lagos, que creían calmos, tenían mucho movimiento y una inmensidad impensada por los hijos de Nibiru, pequeño planetoide de sirio consumido en su entraña. El planeta mar azul, alcanzaba dimensiones de grandeza abrumadoras que no eran claramente calculables desde las pantallas de la base en la arena del plateado lucero de sus oscuridades.
La mezcla de asombro y los vientos cruzados hicieron difícil el viaje del equipo de shivas, Traeyt III y Clari VIII al mando de la nave en descenso narraban los hechos en comunicación y la tierra azul, atraía rápidamente la nave del primer grupo, hundiéndolos por la atmósfera hasta chocar con el duro suelo del extraño lugar. Los shivas protegidos para el viaje no sufrieron daños, pero cuatro de los guerreros y el maestro que descendió perdieron sus cuerpos físicos por el choque. La comunicación con los sobrevivientes era entrecortada, difícil. No habían llegado al sitio esperado y debían buscarlo. Según dijeron era imposible restaurar la nave y tomarían las provisiones para marchar hacia donde se encontraba la base con rostro y poder así reanudar la comunicación. Tal vez no encontraron la base con rostro, lo cierto es que no volvieron a comunicarse.
Ante lo sucedido se intensificaron los trabajos de las nuevas naves, debían ser perfectas. Cuando el segundo grupo de shivas creados, el de los más pequeños, alcanzó el tamaño adecuado para embarcar, estuvo lista la segunda nave. Esta era más grande, con capacidad para el doble de tripulantes y en ella iría el primer y único grupo de shivas hembras que habían sido creadas. Tres únicas hembras, idénticas entre sí, portadoras de los tres últimos óvulos terrestres que quedaron en los laboratorios de la base de plata. Las tres de igual rostro y forma serían las madres de los nuevos hijos. Este sería el último grupo de shivas. Ya no poseían más donaciones y sería muy difícil volver a recibirlas. La educación de ellos debería ser más detallista, eran la esperanza para un futuro de paz. Todos los dhevas que quedaban tomarían a cargo a un hijo. Llamaban hijos a aquellos que tomaban como discípulos.
Mriem VI Tuvo un hijo, el más pequeño de los Shivas, de apariencia muy humana, de ojos oscuros llenos de amor quien descendería con el último grupo buscando rescatar las raíces perdidas. Le enseñó todo lo que como guía de luz había aprendido y mantuvieron una unión muy especial, creándose entre Mriem VI y Clari XII un lazo de amor muy fuerte.
Victus VII También tomó un discípulo inmediato, al último Dheva destinado a ser guía obtenido en laboratorio, este dheva ambigua mezcla con Shiva, sería quien dirigiera al grupo que descendería y fue nombrado por él como Mriem VII.
En el momento de la partida del equipo hacia la tierra azul. Los ojos de los viajeros se humedecieron. Clari XII pidió a Mriem VI que fuera con él, que no lo dejara ir solo, pero eso era imposible. Su destino estaba entre los terrestres. Aún siendo el más pequeño, niño, le tocaba descender y buscar a los shivas que ya estaban ahí, para ayudarles a recuperar lo perdido. Partió entre el grupo de veintisiete shivas entre hembras y machos. No había adultos en ese grupo. Bajaron solo jóvenes y niños, guiados por los tres maestros dhevas que quedaban en el satélite y resguardados por diez guerreros navegantes, al mando todos, el joven Mriem VII. Su destino era hacia una tierra mortal y el de Mriem VI y Human I estaba atado a la arena plateada por siempre. Descenderían en un lugar distante del grupo anterior pues presentaba menos dificultades para el descenso, bajarían en el continente nuevo que emergiera de los picos de mar al hundirse Atlantis.
Fueron narrando todo el trayecto que fue seguro y feliz. Descendieron en un lugar en donde grandes figuras dispuestas para ser vistas desde los cielos hacían pensar que el recuerdo de su existencia no estaba del todo perdido. Conversaron con los humanos de esa zona, quienes les contaron una historia antigua, sobre un tal Manhu y su consorte Amanta, que habían fallecido ya como padres de su raza, quienes salvando su existencia de las entrañas del mar, habían creado su historia a la espera de los viajantes de las estrellas… Convivieron un corto tiempo ellos, tratando de averiguar distancias y posibles civilizaciones perdidas, antes de ser encontrados y perseguidos por grupos con gran tecnología que evidentemente no habían optado por el olvido y circulaban los cielos de su mundo buscando víctimas. Sufrieron la persecución de esos seres de diferentes razas, que habitaban en ese momento esos suelos e iban tras ellos buscando destruirlos. Al ser detectados, tomaron a los terrestres que habían escogido como pareja e hicieron con la única espada incandescente que portaba uno de los maestros, una entrada hacia la profundidad de la tierra para ocultarse creando un camino que cruzaron. Crearon así con el pasar de los tiempos, túneles de refugio en cuyas paredes dejaron pintado en oro su recorrido. Ese peregrinaje duró muchos años, muchas generaciones, hasta llegar a la isla del gran lago al que creyeron en aquel momento mar. Al salir fundaron un nuevo pueblo del que al poco tiempo después, ante una nueva persecución tuvieron que volver a huir. Esta vez se escondieron entre los picos de hielo de su cordillera. Cubiertos por un techo de energía que ocultaría sus presencias ante los ojos enemigos por siempre.
En la cordillera fría, del nuevo continente emergido, se quedaría oculta una comunidad de descendientes shivas incapaces de atacar. Comunidad de amor que haría menos evidente su presencia camuflándose entre la nieve con vestiduras blancas. Esperando el momento en que sus padres pudieran llegar a ellos, para ayudarlos a convivir con los habitantes de la tierra azul.
Desde ese punto de la cordillera en donde se asentaron mantuvieron comunicación con la arena de plata, hasta que por decisión de Human I fue cortada. Él temía que los seres que los perseguían interceptaran las comunicaciones y localizaran su presencia. Luego todo volvió a ser silencio.
Quedaban solo siete sobrevivientes de Nibiru resguardando la arena plateada, ellos debían evitar que la base cayera en manos equivocadas, cerrando para siempre el acceso de las máquinas que hacían posible el equilibrio en Teramar.
Entonces decidieron comunicarse con el consejo supremo de las galaxias para hacerles saber su ubicación exacta, su objetivo en la arena plateada y su necesidad de ayuda para conservar la paz y estabilidad del planeta que reunía tantas razas bajo un mismo cielo. Ellos respondieron anunciando su llegada hacia el satélite de plata, para tomar la posta del trabajo de los siete dhevas y cuidar el lugar por siempre.
No tardaron en aparecer naves acercándose. Pero no eran naves amigas, de alguna forma, los grankas con un ejército de seres destructivos que los siete dhevas no reconocían, atacaron la base, descendiendo en la plateada arena.
Mriem VI nunca había participado en un enfrentamiento directamente. Todas las luchas y destrucciones de las que era testigo, habían sido vistas en las pantallas, lejanas, impalpables. Al dejar su lugar de origen, por el certero ataque granka que logro destruirlo, fue protegido en la nave madre sin ojos. Desde esos tiempos no había vuelto a vivir tan cerca el ruido de las armas y el humo. El fuego que quedaba en la memoria de los dhevas como un triste recuerdo distante, volvería a repetirse. Jamás imaginaron que forzados por los dhevas grankas y sin protección, tendrían que volver a escapar.
Todos los sistemas de la perfecta sabiduría fueron sellados. No se podría tener acceso a ellos. No podían dejar expuesto el corazón del equilibrio. Una vez que se cerró la bóveda piramidal impidiendo para siempre el ingreso de seres extraños, Human I dio la orden de abandonar el satélite.
Mriem VI dudaba... No quería abandonar su frío amado hogar, que por la eternidad había adoptado a los dhevas dándoles cobijo. Creía que el ataque granka, podría ser controlado por los dos maestros dhevas, los tres dhevas navegantes guerreros expertos que compartían la base con Human I y él. Creía que si se quedaban estarían en permanente comunicación, con los hermanos superiores sin cuerpo de materia, que los esperarían en las frías montañas terrestres y conservarían así y para siempre la tranquilidad de las razas existentes en el lugar azul.
Retrasó su salida a pesar de la insistencia de Victus VII… Un estruendo violento llenó de humo el pasillo por el que los dhevas salieron haciendo volar sus cuerpos hasta chocar con las paredes y caer. Mriem VI con esfuerzo logró arrastrarse hasta uno de los guerreros que siendo el más cercano a él, a unos cuantos metros emitía un raro sonido. No podían respirar, se asfixiaban, Mriem VI trató de tranquilizar al dheva colapsado, pero fue inútil. No podían comunicarse. Por alguna razón provocada en esa confusión, no podían escuchar sus pensamientos. Hizo todos los esfuerzos posibles por entender su mirada, el temblor de su cuerpo. Y repentinamente aquel sonido que salía de su boca, doloroso gemido estridente, distante de su acostumbrado rumor melódico al que siguió el silencio, le hizo comprender que todo había terminado. Ya no lo miraba, ya no escuchaba sus latidos, el hermano compañero inmortal, había muerto.
Por primera vez experimentó una sensación de calor desagradable recorriendo su espalda, paralizando sus pies, alojándose luego en su cerebro. Sacudió su delicado cuerpo esperando un movimiento que no llegó. Entonces una explosión volcánica subió desde sus entrañas hasta salir rauda por su boca rompiendo el silencio que siempre le acompañó. Y gritó... Y fue un alarido que hizo eco en sus oídos desgarrando su alma y su certeza de ser un ser superior.
El fuego se confundía con seres que brotaban por todas partes. Pudo ver la figura de Victus VII el maestro dheva que siempre estuvo detrás de él cuidándole. Huía en sentido contrario al suyo, perseguido por ellos. Pensó en acercarse a él, pero sabía que no se lo permitiría. Huía alejándose de Mriem VI para que éste pudiera escapar, cumplía con su deber de amor y protección hacia el último dheva sucesor. No debía defraudar sus enseñanzas. Tenía que buscar la manera de encontrar una nave disponible y llegar hasta la tierra azul. Era el último dheva superior original. Se había convertido repentinamente en el guía, sin espada de incandescencia, sin rumbo cierto, sin poder casi respirar y con el alma cubierta de temor, lamentó no haber terminado su instrucción en su amada base. Lamentó que su condición de príncipe de luz dejara el aprendizaje de ruidos vocales y navegación para el final, pero de alguna manera tenía que lograrlo.
El fuego en la base se hizo cada vez más denso. Entre la confusión y la poca visibilidad, logró ver cómo era cercado por esas figuras de dhevas deformados en grankas, de piernas gelatinosas y dentadas en rápido movimiento. Sintió las frías garras del hermano negativo que con fuerza desmedida lo arrastró por los pasillos de la base y hundió su rostro en un lago fangoso de alimento conservado púrpura en el cual no podía respirar. Poco a poco sus energías disminuyeron. Trató de resistir el ataque, trató de quitar las dentadas garras de su cuello, pero la fuerza negativa no daba tregua. Él, ser de amor, no debía atacar, no debía hacer daño, pero sabía que su cuerpo perdía energía. Pasó por su mente el defenderse. En ese momento supo perfectamente que, si así lo deseaba, podía usar su poder mental como lo hiciera tras el cuerpo de Belshú quitándose de encima a su atacante y así liberar la base. Pero eso implicaba dañar… Entonces entendió el inmenso amor que tuvieron todos aquellos hermanos que entregaron sus cuerpos físicos. Entonces recordó su compromiso de amor. Ser un ser de luz por siempre, aunque eso implicara perder su cuerpo físico, pero ¿cómo, si sus recuerdos de un dheva en sacrificio cayendo en un pozo se mezclaban con la rabia del hermano gemelo luchando por gobernar? Vio a través del agua turbia el rostro desfigurado y sediento de muerte del granka atacante, cuyos ojos vacíos desorbitados, disfrutaban ante la súplica de los suyos. En ese instante de extraña inquietud, de rara sensación, mezcla de desesperación e incertidumbre, una dulce felicidad lo invadió. Sintió que su existencia física era entregada por la vida eterna de la luz, por la existencia física de sus hermanos shivas en Teramar, de la vida para siempre. Aunque la muerte del cuerpo no formaba parte de sus conceptos físicos naturales, supo que estaba equivocado, que se encontraba ante ella, estaba dejando de latir, estaba perdiendo el aliento superior de sus alas. No entendía cómo era posible la muerte en un ser creado según le enseñaron inmortal, pero la aceptó con la dicha de saber que el sello protector del lugar de plata partiría con él, que eso cerraba por siempre el ingreso al corazón del satélite y era lo correcto. Luego, el último dheva perdió la conciencia.”
Se quedó en silencio… Había caído la noche y la luna prendida en el cielo se divisaba desde una ventana… Sus ojos fijos en esa ventana, se perdían en una distancia que yo no podía definir… ¿Por qué volvía a encontrar en sus ojos esa sensación de tristeza vista tiempo antes? ¿Qué sentimiento lograba humedecerlos sin llegar al llanto? ¿Quién era el hombre que narraba esta historia? ¿Su protagonista?... Las posibles preguntas del día anterior habían desaparecido, para dar paso a otras más íntimas, más cercanas, que teniendo claras, no sabía si sería capaz de hacer.
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