CAPITULO OCHO
LA INESTABILIDAD DE LA INCONSCIENCIA
LOS ELEMENTOS PERDIDOS
“De lograr su
objetivo, no habría a quien cumplir promesas” su frase logró producir en mí un
estado de parálisis mental en el que todas las preguntas surgían mezclándose,
sin lograr tomar forma para ser expuestas… “Desestabilizando las galaxias,
haciendo temblar la estabilidad de la tercera dimensión y con ello, poniendo en
riesgo todo espacio dimensional, toda vida existente”. Él después de esa idea
que logró estremecerme, me condujo hacia la puerta y se despidió.
- Descansa, yo
haré lo mismo… Es poco el tiempo que queda.
Cerró la puerta
sin darme tiempo a decir nada más, se fue a descansar y yo bajé del piso sin
lograr poner mis pensamientos en orden y así caminé sin rumbo supuestamente
dejándome llevar por mis pies a mi casa…
¿Cómo aceptar la
posibilidad de una visión así? Que un ser, un ente medio planeta, medio
monstruo, denso, nacido de la nada viajando por el todo, pretendiera destruir
el todo a voluntad y ese todo fuésemos todos, sin poder detenerlo… Absurdo,
irreal; Aterrador si fuese cierto… Me negaba a aceptar una posibilidad así y
sin embargo, tenía el alma, todas las ideas revueltas en mi estómago.
¿Qué me estaba
sucediendo? Caminaba mirando a quienes se cruzaban conmigo, pocas personas,
aunque la zona de su vivienda era de mucho tránsito, por la hora, eran muy
pocos los transeúntes, seguía caminando, como buscando en la oscuridad de las
calles respuestas de preguntas que ni siquiera podía hacer y de pronto empezó a
cambiar el cielo, el amanecer empezaba a aclararlo todo menos mi mente, los
pocos transeúntes se fueron sumando a otros que salían de sus casas muy
temprano hacia sus trabajos, abrían una panadería en la esquina, las personas,
pocas a esa hora compraban su pan recién salido del horno, despidiendo un
agradables aroma, una señora al frente barría la calle, mientras se abría un
puesto de venta de periódicos en esa esquina.
Los primeros niños
salían caminando rápido de las manos de sus padres para llegar a tiempo a sus
escuelas y así el día lleno de ruidos como siempre empezaba ingenuo, dócil,
simple; Sin imaginar que tal vez, no empezaría el siguiente. No sé cuánto
tiempo caminé, sé que mi mirada se cruzó con muchas otras, ellos preocupados de
su día, no buscaban saber cómo había sido mi noche. Me detuve al pie de un
arbusto… En esa zona alguna vez hubo árboles, pero remodelaron la calle para
hacerla más “bonita” sembrando en el lugar de los viejos árboles pequeños
arbustos que no lograban dar sombra.
¿Me estaba
volviendo loco? De pronto me encontraba acariciando las hojas del arbusto y
llorando ante la idea de que ese paisaje que no solía mirar, de pronto
desapareciera. No podía contener mis lágrimas, miraba a los niños sonreír en su
afán de llegar a clases y sentía que un nudo me asfixiaba, ¿por qué esa nueva
sensibilidad? Ése estado de empatía extremo que no había sentido antes con esa
fuerza… Al llegar a mi casa, me tumbé en la cama boca abajo cubriendo mi cabeza
con la almohada, no quería luz, necesitaba descansar, no quería llorar, tenía
que lograr entender lo que me estaba sucediendo, no quería pensar. Dormir, solo
dormir, abandonarme al sueño y poder levantarme al día siguiente retomando mi
inconsciencia para no llorar, para no pensar.
Desperté por la
tarde, a tiempo de ver caer el sol con su espectáculo de colores que
inevitablemente me llevaban a pensar en el cielo rojo del planeta destruido en
la narración… ¿Sería un cielo tan hermoso como nuestro cielo? No fui al
entierro, era demasiado para mí en ese momento, estar en una situación así,
contemplando la muerte y la despedida con resignación, ante la idea de tanta
vida alrededor a punto de marchitarse.
Preguntas y más
preguntas seguían taladrando mi cerebro… ¿ir al taller? ¿Aceptar la locura
total y hundirme en ella a pesar de causarme tanta confusión y pena?
- ¿Podemos
conversar?
La cita estaba
hecha, a las 8:00 PM un café volvería a ser como lo fuera meses antes, el lugar
de encuentro en donde le dije por primera vez que la quería. Llegué una hora
antes, de alguna manera pretendía refugiarme en ella para hundiéndome en su
“amor”, olvidar todo pensamiento de locura.
Tras los cristales
de la puerta de la cafetería la vi llegar… No estaba sola, su acompañante le
dijo unas palabras que ella respondió tranquilizándolo con su actitud, luego se
besaron. Me apuré para acercándome al mozo, pagar el café que ya había ordenado
y sin beberlo salir por la puerta que daba al otro lado de la calle. ¿Podía ser
tan estúpido al esperar que después de tantos meses nuestra relación siempre
envuelta en discusiones pudiera reiniciarse? Estaba furioso conmigo, me sentí
más que idiota pretendiendo que el tiempo no había pasado, pretendiendo que una
relación de conflicto como por arte de magia pudiera ser de pronto de amor
perfecto… Terminé en un bar discutiendo con una botella de vino el tema tan
trillado del amor, levantándome a una chica que aceptó una copa y después de
varias amaneció conmigo.
Amor… Una noche de
borrachera y sexo con una mujer guapa a quien no se conoce de nada y de quien
despedirse no cuesta… Amor, una relación de pareja que duró tres años y con
solo siete meses de distancia ya había sido olvidada… Amor, un te quiero
deseando poseer y ser poseído solo en una cama, la vida diaria no admite
ordenes, posesiones, imposiciones… Amor, un “dejé de amarte”, ¿te amé?, ¿qué me
diste? Terminando con la dura reflexión de la pregunta ¿Qué te di? Amor, ¿Qué
es el amor? ¿Casarse? ¿Procrear? ¿Saberse socialmente correctos? ¿Absorber al
otro exigiendo fidelidad? Fidelidad… ¿Mentir? Tantos amigos poniendo los
cuernos a sus mujeres y viviendo en una mentira perfecta, total; todos lo
hacen, ellas no se enteran, no quieren enterarse, mientras cumplas con la cama
y con la casa, mientras el dinero de la posición ideal, nada es reprochable.
Sí, yo también creí en eso, la engañé y me indignó saber que ella también me
engañó porque una cosa es que fuera yo y otra que fuera ella… ¿Amor? Celar,
desear, poseer, querer para mí, imponer, manipular, exigir, pedir, esperar y
¿cuándo preguntar lo que el otro realmente quiere? Y ¿Cuándo dar? ¿Amor? No, no
tenía idea de lo que era realmente amar.
Mis padres eran
mis héroes, perfectos, seres incapaces de equivocarse. A veces los oía discutir
en voz baja, ¿de qué? No importaba, total, se amaban y nos criaban sin reclamos
que nosotros pudiéramos ver. Al cabo de los años al morir mi padre, ella joven
aun volvió a salir con un hombre… ¿Cómo era posible? ¿Cómo se atrevió? ¿No lo
amaba? Recuerdo un día preguntárselo, se molestó conmigo; ¿Acaso se deja de
amar porque vuelvas a enamorarte? Te queda mucho por crecer… Sus palabras me
hirieron, la odié, me aparté de ella y preferí no tocar más el tema. El tiempo
también se la llevó, ¿Acaso ella conocía un secreto que no quiso contarme y que
hoy podría darme respuestas?
Salí del hotel
hacia mi casa, me di una ducha y almorcé en la cafetería de la esquina… Era la
hora indicada, llegaría a tiempo; Era la hora de aclarar las dudas y entender
por qué siendo yo, ya no podía ser el mismo yo, por qué tantas preguntas sin
responder lograban inquietarme, por qué siendo yo, no sabía quién soy, ¿por qué
vivía lleno de preguntas?, ¿Qué me estaba sucediendo que me hacía ver todo
desde un punto en el que nunca antes pude ver? ¿Estaba dejando de ser yo?
¿Cambiando? ¿Tal vez, encontrándome por fin?...
Llegué a la clase,
Tahya me hizo pasar.
- Llegas una hora
tarde
- Perdón, confundí
el horario…
Entré. La imagen
era muy extraña, no era una clase de teatro como otras a las que había asistido
con él. Los más jóvenes de su grupo estaban sentados en círculo sobre el piso,
Mae X, Traeyt II, el chico de los tatuajes que esa noche se identificó como
Human V y la chica de los tatuajes que no dijo su nombre. Todos estaban en
posición de yoga, todos como compartiendo una extraña esencia silenciosa, todos
menos él. En el ambiente no se sentía adrenalina, no había euforia ni
planificación de escenas, todos tranquilos, atentos, lo esperaban. Tahya I tomó
un lugar en el círculo. Me senté con ellos.
De pronto él salió
con un vaso de agua que puso en el piso en medio de todos y se sentó cerrando
el círculo.
- ¿Qué ven ahí?-
Fue su pregunta
- ¿Un vaso de
agua? – Respondió Mae X
- Obviemos el vaso
- Dijo él – Hay agua… ¿Pueden decirme qué les produce verla?
- Frescura –
Respondió Tahya I
- Bien, pero no es
suficiente – Dijo él – Cierren los ojos y tomen posición de recepción.- Todos
abrieron sus brazos levantados hacia los costados. Lo hice también.- Quiero que
se concentren en el agua con los ojos cerrados, que la sientan aunque no la
toquen, que busquen en ustedes la sensación que el agua les produce, que
sientan su vibración.
Cerraron los ojos.
Todos parecían concentrados en lo que él había pedido, yo; Trataba de entender
lo que estaba sucediendo sin lograr ninguna concentración.
- Abran los ojos
ahora y fijen su mirada en el agua.
Todos con total
concentración y seriedad, miraron el vaso sin distraer su mirada. Yo, miraba a
cada uno de ellos, hasta que me topé con la mirada de él y sintiéndome pillado
en distracción, volví mis ojos rápidamente hacia el agua. Todos en silencio
concentrados en ese punto central, dejaban pasar los segundos, minutos tal vez,
con total serenidad. ¿De pronto mi imaginación me jugó una pasada?, miré fijamente
el centro y pude notar que el agua dentro del vaso se movía… ¿Cómo si el piso
sobre el cual estaba el vaso no se movía? Dejé mi mirada fija en el vaso y el
agua siguió moviéndose, formaba al centro del vaso como un remolino de
movimiento suave, como el que forma una pastilla efervescente pero sin gas.
- Levanten la
vista, es suficiente - ordenó él - ¿Sintieron algo?
- Frescura,
vibración, movimiento, emoción al ver que el agua se movía…
Todos coincidían
en las imágenes… ¿cómo? ¿Histeria colectiva? ¡Todos vieron el agua moverse!
Todos, hasta yo que sin concentración alguna era un extrañado testigo del
hecho.
- “El agua como
todo en la naturaleza es energía, está viva como vivo está todo. Ustedes
también son agua, ¿Qué de extraño tiene lograr una conexión con un elemento tan
natural? ¿Si pueden lograrlo con el agua dentro de un recipiente ajeno a
ustedes, por qué no con ustedes mismos? El hombre ignora su verdadero poder”.
¿Quién era
realmente ese hombre? ¿Un mentalista hipnotizando a todos los presentes? ¡Me
había hipnotizado a mí sin darme cuenta!... ¿Dónde estaba el truco? ¿Cómo con
tal poder de convencimiento, de manipulación subliminal, lograba hacer mover el
agua sin tocar el vaso y hacer que todos lo vieran? ¿Por qué teniendo ese poder
no era millonario mostrando sus trucos como otros magos?
- “Vibraron con el
agua – Continuó – La hicieron vibrar y sin embargo el objetivo nunca fue el
agua, esto solo fue una pequeña muestra de lo que pueden hacer…
Ponerse a jugar
con el agua, mover objetos, jugar con la mente de otros no tiene ningún
sentido, es perder el tiempo, desgastar la propia energía en fines banales…
Pero ¿pueden imaginar lo que podrían lograr si llegaran a manejar la energía
total de sus cuerpos hacia el amor así como lograron manejar el agua en un
vaso? Nada podría dañarlos, todo sería posible, serían capaces de hacer vibrar
el universo todo en amor”.
Tomó las manos de
quienes se sentaban a sus costados pidiendo a todos tomarse de las manos, lo
hicimos. Cerró los ojos unos instantes y no sé si me volví loco, pero sentí
correr desde mis manos hacia todo mi cuerpo recorriéndome completo, como una
corriente eléctrica que sin entender como, logró serenarme, luego nos soltó.
- Mañana jugaremos
con otro elemento y les enseñaré a identificar a aquellos que persiguen dañar y
de quienes deben defenderse. Aprenderán como hacerlo… Vayan en paz.
Cerró su clase
levantándose, recogiendo el vaso del medio y retirándose a dejarlo en la
cocina. Los jóvenes se despidieron uno a uno con risas, mostrando una extraña
emoción de alegría casi infantil y se fueron… Tahya I se excusó conmigo
dirigiéndose a los cuartos interiores. Él salió con dos tazas de café.
- Te extrañé ayer,
pero entiendo que necesites pensar.
- Estuve… - No
sabía que excusa poner
- Tranquilo, no
hace falta. ¿Retomamos la historia?
- Sí. Respondí
sentándome ante la computadora, de pronto me sentía en calma, no entendía lo
sucedido, pero no me importaba. Algo diferente sucedía en mí y por alguna razón
sabía que llegaría a entenderlo “cuando estuviese en la capacidad de
comprenderlo”. Habló y escribí:
“Una vez destruido
Nibiru, los dhevas iniciaron su carrera de escape por el universo. Mriem VI,
Gama I y Victus VII, Acompañados de un grupo grande de dhevas preparados para
la navegación y organización general en la sobrevivencia lejos de su ambiente
natural, navegaban en el interior de la nave madre sin ojos. Era llamada así,
pues todas las ventanas, “ojos” estaban permanentemente cerradas no permitiendo
ver el exterior.
Hubo inicialmente
en los viajantes una tensión disimulada, los pequeños dhevas entre los que se
encontraba Mriem VI, reunidos en un gran salón de la nave, espacio central;
Eran rodeados por sus hermanos mayores que procuraban su calma ante el fuerte
movimiento del piso, que extrañamente, como nunca antes en su tierra de origen
podían tocar.
A todos les costó
mucho mantener la estabilidad. Todo era dolor, los cuerpos con mayor densidad
de la acostumbrada dolían, la impresión de ver su casa explotar dolía, y en ese
nuevo espacio, hasta el temblor del piso dolía… Esta situación duró poco
tiempo, dentro del tiempo imposible de contar; Una vez que se estabilizó la
nave, el alivio llegó a los dhevas con la quietud del suelo y rápidamente se
organizaron para acomodar a todos y aliviar a los menores. Los pequeños se
miraban en silencio, no cruzaban ninguna pregunta en sus mentes, los abrazaba
una extraña calma, teñida de tristeza, dolor y desconcierto. Mriem VI ya no
quería jugar, no volvió a reír en silencio entrelazando sus alas, de golpe
había crecido.
El espacio
metálico que los albergaba no tenía cielo, ni arena dorada, el piso de la nave
los atraía obligándolos a depositar sus torpes pies sobre él. El ambiente era
muy frío y húmedo, pero ya no se percibía el rocío del ambiente que los
alimentaba. A partir de ese momento beberían un líquido rojizo semejante al
agua, macerado en deformes recipientes de cristal que llegaría a sus bocas a
través de finas tuberías que usarían con intervalos de tiempo muy separados.
Para poder subsistir también deberían ingerir a diario, una porción de una
amalgama preparada en otro inmenso recipiente en la zona de “siembra” del
laboratorio de la nave. Dicho laboratorio preparado mucho tiempo atrás por el
propio Human I, volvía a partir de aquel momento, a recobrar un movimiento
activo con Victus VII a la cabeza de un nuevo equipo de científicos. Los dhevas
destinados a la navegación se encargarían de la preparación de los viajeros.
Pidieron calma y concentración para evitar el dolor. Desde ese momento todos
serían vestidos con trajes especiales que usaban los navegantes en sus pruebas
de incursión y viajes al espacio, trajes necesarios para evitar el daño físico
ante el cambio de atmósfera.
Los Maestros
científicos, así como los pequeños, nunca antes habían necesitado de trajes,
sabían que los navegantes los usaban pero nunca los habían visto. Mriem VI,
mientras esperaba su turno para ponerse el “traje”, sintió por primera vez en
su cuerpo la sensación del frío, empezó a temblar, no podía controlarlo, sentía
que sus fuerzas disminuían y sus pequeños pies, y débiles piernas dolían, no
pudo mantenerme de pie y cayó al piso al igual que otros de sus compañeros. Los
dhevas adultos se acercaron a ellos y en lugar de apurar sus trajes, entraron
en meditación, obligándolos con su actitud a hacer lo mismo.
Era difícil,
tantas emociones tristes no dejaban espacio a la tranquilidad necesaria para la
concentración, pero debían lograrlo… Algunos de ellos pudieron volver a pararse
y fueron llevados a vestir, los que no lo lograban debían seguir intentando.
Mriem VI Tardó mucho para ponerse de pie, fue el último de los pequeños en
conseguirlo, cuando lo logró sus piernas volvieron a doblarse. No se dieron por
vencidos a pesar de ser el último hijo nacido de su tierra, a pesar de ser el
“príncipe” destinado a guiar. Al cabo de un lapso de tiempo mayor que el de los
demás, el pequeño príncipe dheva logró ponerse de pie y rechazando los brazos
que ayudaron a los demás a dar los primeros pasos una vez conseguido el reto,
caminó solo, con esfuerzo, pero firme hacia una pequeña habitación contigua al
gran salón a donde eran llevados todos una vez puestos de pie.
Les vistieron con
un traje ceñido al cuerpo de color negro, con una pechera de oro que protegía
la zona del corazón. El traje hecho de un material parecido al plástico por su
brillo y flexibilidad, no dejaba ver la transparencia del cuerpo. Le calzaron
con algo parecido a botas, calzado que cubría los pies y casi toda la pierna y
que por su rigidez le ayudaría a mantenerse de pie sin dolor, calzado que unía
ambas piernas en una y a voluntad de cada dheva, los desplazaba sin mover las
piernas deslizándose sobre el brillante piso de la nave.
Sobre sus cabezas un casco de oro de forma alargada
hacia arriba de cuyo penacho surgían las alas libremente cayendo como cascada
sobre sus espaldas. Las alas no podían ocultarse, eran haces de luz y desde su
cabeza regándose por su columna lograban su natural movimiento sin dificultad.
El casco dejaba ver solamente el rostro, el traje dejaba descubiertas solamente
las manos. No hubo más frío, tampoco dolor, a partir de aquel momento sus
cuerpos vivieron envueltos por ese “traje” y la vida siguió su rumbo
adaptándose al nuevo espacio.
Para las
meditaciones se reunían en el gran salón central y aunque el lugar no era
iluminado por las energías, lograban la paz. Las enseñanzas seguían en otra
habitación con máquinas y pantallas, pero tampoco allí Mriem VI tuvo acceso a
las máquinas principales ni al control de vuelo. Su preparación no debía
basarse en la navegación o la defensa armada como los otros dhevas navegantes.
Su estudio era el espíritu y la mente, su fuerza su resistencia, su poder
mental y su energía de amor.
Después de un
tiempo de viaje que no se podría medir, los dhevas a cargo avisaron a los
demás, que harían un viaje fuera de Lea y para ello; Debían echarse boca abajo,
unidos unos a otros por las manos entrando de esa manera en un estado de
meditación especial. Lo hicieron. Concentraron sus energías que corrían por la
cadena de sus cuerpos unidos regados por todo el vehículo y por un momento
perdieron la conciencia. Gama I y Victus VII, primeros en despertar,
despertaron a un grupo de escogidos regresándolos a la realidad. Seguían ahí
entre las paredes de metal, pero no había ningún ruido o movimiento. A ellos
comunicaron entonces que habían llegado a su destino. Gama I había escogido
previamente un grupo que delegados junto a él, serían los únicos que
descenderían en el lugar donde se encontraban. Mriem VI estuvo entre los
“escogidos”. Como príncipe dheva era su obligación.
El grupo se
condujo al límite de la nave entre sus hermanos durmientes, a una habitación
llena de luz, en el centro de ésta era visible una zona hueca, sin piso y ahí,
en dicho vacío debían pararse. La sensación de pisar la nada era extraña, de
pronto la luz del lugar creció hasta llenarles los ojos, para luego desaparecer
y mostrarles el paisaje fuera de la nave al que habían llegado.
Era un lugar muy
grande y hermoso, el piso era una plataforma ovalada como de espejos de plata,
al centro un círculo en tonos turquesa que reflejaban haces brillantes
provenientes de la luz de los cuerpos únicamente, rodeado por uno de sus lados
con tres columnas de cristal. El piso tenía otros dos círculos más pequeños en
sus extremos, uno la entrada, otro la salida; Ambos eran detectores de energía
de luz para de esa manera evitar cualquier tipo de infiltración de energías no
invitadas o salida de energías no autorizadas. Las paredes eran transparentes,
a través de ellas se podía ver el espacio lleno de colores como arco iris en
tonos dorados y púrpura fuera de la idea oscura de espacios conocidos. El techo
era una gran cúpula de luz que irradiaba sobre todo el lugar un color verde muy
claro y brillante.
El asombro de los
visitantes ante la inmensidad y belleza del sitio era total. Desde la entrada
del lugar al borde del círculo en donde se encontraron en su llegada al hacerse
claro el espacio, se deslizaron hacia el centro. Frente a ellos en el círculo
se podían apreciar majestuosas las tres columnas muy grandes hechas de cristal.
Al pie de las columnas se encontraban doce figuras diferentes, cada una
representando a un lugar dimensional, frecuencia distinta del universo.
Se encontraban
visitando la base principal del Consejo Supremo de las Galaxias, lugar formado
en un espacio fuera de los espacios visibles, pues siendo en parte, parte de la
tercera dimensión encontrándose en ésta su ingreso, está fusionado con la
doceava, formando un vórtice único en el todo. Un lugar de seres corpóreos o
no, ese punto no necesita de cuerpos físicos, aunque hace físicos y visibles
los que no lo son. Lugar conducido para el bien por todos los jefes
espirituales de la tercera dimensión, que habiendo encontrado el camino de la
luz, evolucionaron en su máxima capacidad, tomando las riendas de sus espacios
originarios individuales y abrazando sus cercanías para ser cuidadas. Ahí los
representantes de las 12 frecuencias, ayudaban a resolver los problemas de los
mundos.
Gama I se acercó para
comunicarles lo sucedido en el destruido planeta y las necesidades de los
dhevas. Los dhevas que se encontraban con Victus VII y Mriem VI, se quedaron en
medio de la plataforma esperando. Mriem VI discutía con Victus VII para poder
acercarse hasta las columnas, pero no se lo permitió. Después que Gama I habló
con el consejo, el grupo de doce consejeros se retiraron desapareciendo entre
las columnas, hacia el fondo de las mismas, a un lugar no visible para los
presentes. Más allá de las columnas no se veía nada.
Los dhevas
presentes en el círculo central, fueron entonces rodeados por otros seres que
se mantenían a los lados en aparente espera y en ese momento se acercaron a
ellos. Seres de formas y mundos diferentes, figuras extrañas para la visión humana,
algunas posiblemente aterradoras a pesar de su belleza interior.
Hubo un grupo de
seres muy pequeños a un costado del círculo, pero por su pequeña estatura hasta
ese momento los dhevas no habían detectado su presencia. Éstos les hicieron
saber en su idioma que siendo sonoro mentalmente entendían, quienes eran.
También esperaban por decisiones referentes a la estabilidad de su mundo.
Su Jefe era SQW1
representante del planeta Ramix situado en otra galaxia. Su estatura era como
de unos 30 cm. Y su figura era exactamente igual a la de los seres humanos que
hoy conocemos. Su planeta atravesaba una época de guerras internas y él como
gobernante en busca del amor, estaba ahí para pedir ayuda del consejo. El
consejo les negaba la intervención física en su planeta, alegando la libertad
de cada raza para conducir su destino, SQW1 se quedaría un tiempo más para
insistir.
Los doce del
consejo volvieron a aparecer entre las columnas, Gama I volvió a acercarse a
ellos manteniendo una breve comunicación y luego giró hacia el grupo de dhevas.
Debían regresar a la nave… Fueron entonces conducidos al borde del círculo que
quedaba al otro extremo del que habían entrado, para llenarse sus ojos de
intensa luz y volver a encontrarse en el piso sin piso de la pequeña habitación
que en la nave los había trasladado a la sede del consejo de las galaxias.
Al salir de la
habitación, los dhevas caminaron entre sus hermanos que seguían recostados boca
abajo esperando. Mriem VI quería saber lo conversado, pero Gama I le dijo que lo
sabría en “su momento”, debía esperar el regreso de todos a su lugar
dimensional. Luego se recostaron en la misma posición que los demás volviéndose
a repetir la meditación que los dejó sin conciencia unos instantes, para ser
despertados y seguir con la rutina acostumbrada.
Una vez todos
despiertos, se les comunicó que habían recibido permiso para descender en un
planeta ubicado en el sistema de una estrella nueva a la que llamaban sol.
Irían a un lugar de ese sistema, donde la vida crecía abundante y compartirían
el suelo con sus habitantes que eran una raza pacífica pero sumamente
primitiva, los dhevas recibirían cobijo a cambio de ser para los nativos del
lugar guías de luz.
El consejo de las
galaxias, había nombrado a los dhevas guardianes de la vida, del amor y de la
paz en los nuevos mundos de Lea, permitiéndoles la unión “sin intervención” con
otros seres de amor nacidos en los nuevos mundos donde empezaba la vida, para
que pudieran evitar la repetición de lo sucedido en su mundo.
En la nave madre,
durante el viaje hacia el lugar donde supuestamente se quedarían; Las
enseñanzas para Mriem VI seguían esta vez bajo la tutoría de Victus VII. El
tiempo de aprendizaje a partir de ese momento se hizo de parte de Human I más
intenso, repitiendo una y otra vez para grabar en la memoria de Mriem VI, los
pasajes del libro de la vida que explicaban la existencia de la luz y la
sombra.
El tiempo siguió
su marcha mientras los pequeños dhevas tratando de llevar una vida igual a la
que tenían en su amado Nibiru, esperaban conocer el final del camino por el
cual se dirigían. Eran peregrinos del espacio transitando Lea, sin ojos para
ver más allá de las paredes metálicas, creciendo físicamente en altura y
espiritualmente en comprensión y perdón a pesar de la tristeza producida ante
la certeza de no poder ver nunca más el nacimiento de un nuevo hermano.
Tantas ideas e
imágenes mostradas por los maestros indicados desde las pantallas de las
máquinas en la nave, debían quedar guardadas en la mente de los dhevas a pesar
de no poder ser vistas por los ojos cerrados de la nave. Supieron al pasar
cerca de “El gran planeta de gas”, el más grande del sistema del sol, que en
dos de los pequeños planetoides que lo rodeaban existía vida pensante, pero de
forma física diferente a la de ellos, era vida individual con forma vegetal y
evolución mental consciente. No descenderían ahí, debían llegar al planeta
indicado por el consejo.
También supieron
que en otros dos planetas más cercanos a la estrella principal del sistema
surgía ya, vida inteligente con formas físicas no iguales, pero semejantes a
las de ellos, dos planetas gemelos a los que los dhevas no estaban autorizados
para conocer.
Al acercarse a su
destino, planeta llamado por el consejo de las galaxias “Lugar del Fuego”
recién podrían dar fin a su viaje. El lugar del fuego llevaba ese nombre porque
su clima era muy caliente, quemante; extremadamente caluroso y tenía grandes
volcanes que escupían llamas permanentemente. No todos los dhevas bajarían
inicialmente, sólo un grupo tocaría el piso para el reconocimiento inicial y un
segundo para hacer contacto con sus habitantes.
Ambos grupos se
prepararon para ello y utilizando dos de las siete naves pequeñas descendieron.
Un maestro por nave y seis guerreros, comandados desde la nave madre sin ojos,
por Gama I que era en ese momento el guía superior.
Desde el interior
de la nave madre sin ojos, la comunidad viajera seguía las noticias del
descenso de sus hermanos en el lugar del fuego. En las pantallas podían ver
imágenes del lugar. Era un sitio con abundante vegetación, plantas inmensas que
cubrían sus cielos amainando el calor de los suelos, grandes montañas y muchos
volcanes en permanente erupción, ríos de lava cruzaban grandes sectores y en
las pantallas se podía apreciar el vapor que emergía de la tierra.
Los hermanos
dhevas se desplazaron por el lugar buscando cumplir sus objetivos, unos en
investigación, recolectando muestras para su conocimiento, otros buscando hacer
contacto con los habitantes nativos del sitio, pero inicialmente no lo
lograron. Llegaron a una zona cercana a un gran espacio de agua transparente,
formula exacta del agua conocida por los seres humanos; El espacio era mucho
más grande que el lago de Nibiru, parecía un lugar seguro y estable y al pie del
agua levantaron la primera casa piramidal.
Bajaron entonces
por orden de Gama I las otras cinco naves con los grupos preparados para el
inicio de las actividades necesarias previas a establecerse.
Los grupos se
dividieron para cumplir las diferentes misiones, unos la construcción de los
tres templos, otros la excavación y construcción de una base, un laboratorio y
un espacio en donde recolectar insumos del suelo y poder recrearlos como forma
de alimento. El tercer grupo seguía la búsqueda de habitantes del lugar.
El tiempo corría y
a pesar de encontrarse los trabajos casi listos, no se había podido hacer
contacto con ningún ser a pesar de saber por el consejo de su existencia...
Decidieron entonces buscar en las alturas de las montañas y fue ahí en los lugares
más calientes, cuevas cuya profundidad era muy cercana internamente a los
pasillos internos de las bocas de fuego y más helados en su exterior por la
altura fuera del alcance de dichos volcanes, en donde encontraron escondidos a
los seres oriundos del lugar.
Eran tan altos
como el dheva príncipe superior, sus cuerpos estaban totalmente cubiertos de
pelo de colores desde el blanco hasta el tierra oscuro (café y toda su gama).
Sus pies y manos eran muy grandes, sus rostros peludos dejaban ver sus narices
pequeñas y húmedas, sus bocas grandes con dientes y colmillos parecidos aunque
mucho más grandes a los desarrollados por los dhevas-grankas. Sus ojos eran de
colores muy claros (tonos de azul y violetas), ojos muy dulces e inocentes
siendo el rostro lo más parecido a una mezcla de perro, con oso y hombre. No
usaban trajes, su pelaje cubría todo su cuerpo.
Los había en gran
cantidad, machos y hembras aunque se reproducían muy lentamente, calculando en
tiempo humano conocido, una hembra era fértil cada 8 años más o menos. Se
alimentaban de plantas y raíces de su suelo y bebían agua pura de sus fuentes
naturales. Se unían en grupos que habitaban cada cueva ayudándose unos a otros
como pequeñas familias. Sus figuras peludas eran imponentes, eran cuerpos fuertes
y muy grandes capaces de causar miedo albergando en su interior almas tiernas,
incapaces de hacer daño. Extremadamente asustadizos, a partir de la llegada de
los dhevas se habían ocultado por temor a los seres para ellos extraños.
Los dhevas en tierra
terminaron las construcciones y compartieron con los nativos su suelo. Éstos
sin embargo preferían mantenerse al margen de las meditaciones y enseñanzas que
los devas pudieran darles. Dispuestos a compartir su espacio, se mantenían en
sus cuevas, bajaban para ayudar en la recolección de comida y agua y regresaban
a sus costumbres. Vivían en paz así, eran felices con la simpleza de sus vidas
y Gama I dio orden de no insistir en enseñanzas tecnológicas que los oriundos
del lugar no entendían y no estaban interesados en recibir, pues sin necesidad
de ningún avance físico, eran seres de amor y no necesitaban de la intervención
de nadie.
El tiempo
transcurría y los dhevas en la nave madre sin ojos, deseosos de bajar a conocer
el lugar del fuego, seguían esperando. De pronto las pantallas en la nave madre
dejaron de transmitir imágenes y todo lo que podía saberse era narrado por los
navegantes especialistas en comunicación de clave. Algo andaba mal y ningún
dheva era informado al respecto. Gama I guía a cargo de la nave madre sin ojos
sí recibía la información de los sucesos, comunicándoselos a Mriem VI como guía
sucesor de manera “secreta”.
En el lugar del
fuego, del lado contrario a donde se encontraban los dhevas que habían
descendido, había una base dheva-granka trabajando con los nativos del lugar en
experimentos para buscar continuar su especie. La noticia resultaba terrible,
para los príncipes sería difícil descender ahí, correrían irremediablemente
mucho riesgo. Los dhevas en el lugar del fuego buscaban la manera de evitar el
daño que los grankas estaban causando a los peludos habitantes. Por sus
experimentos genéticos habían logrado el nacimiento de seres deformes y de
corto tiempo de vida, estaban desde antes de la llegada de la nave madre y las
siete naves pequeñas, poco a poco destruyendo a los Llaitíes, la raza nativa
del lugar y no debía permitirse. Eran seres puros incapaces de defenderse,
menos de atacar y los dhevas tampoco estaban preparados para un ataque, aunque
contaran con la tecnología necesaria.
Las comunicaciones
en clave siguieron dándose hasta saber que el lugar del fuego se había
convertido en una tierra de guerra, que ante las advertencias de los dhevas ahí
para detener a los dhevas-grankas, estos habían iniciado un ataque feroz destruyendo
grandes zonas. Desde el fondo de la base principal en el lugar del fuego, los
dhevas solicitaron ayuda y Gama I buscó comunicarse con naves de seres de otras
latitudes que circulaban los espacios guardando la paz, no consiguiendo
respuesta inmediata.
Entonces Gama I,
ante la inminente destrucción de grandes zonas y muchos seres en el lugar del
fuego, destrucciones que amenazaban el suelo y a la raza oriunda, tomó la
decisión de trasladar a los nativos sobrevivientes que eran débiles a pesar de
sus imponentes cuerpos y caían en mayor número al que podían reproducirse;
Llevándolos a algún lugar seguro para ellos hasta que pase el horror que su
tierra estaba sufriendo.
Las 7 naves
pequeñas llevando cada una un dheva navegante embarcaron a los nativos que
pudieron, muy pocos por los espacios reducidos de las naves y viajaron con
ellos hasta los planetas aparentemente idénticos más cercanos al sol,
dejándolos en el que al acercarse era notoriamente más grande y por
investigación del suelo desde las naves, más caluroso, con un clima si no
igual, por lo menos cercano al del lugar del fuego. Los dejaron en zonas de
montaña y vegetación en el lugar azul llamado Teramar. Las siete naves
volvieron en busca de más nativos para llevar a lugar seguro, pero ya no
pudieron descender, el lugar del fuego se había convertido en un sitio de
explosiones y muerte.
Cuando las naves
hermanas de otras latitudes llegaron para ayudar, el lugar del fuego había
recibido daños irreparables, su atmósfera era irrespirable y todo ente viviente
había perecido, incluyendo a todos los dhevas que no pudiendo embarcar en las
siete naves ocupadas por los Llaitíes se quedaron ahí. También nuevas naves
grankas, estas extrañamente para los dhevas en gran número circulaban el lugar,
no se atrevieron a abrir un enfrentamiento armado, las naves grankas luego de
ver a las naves defensoras llegar, se retiraron del espacio cercano
dirigiéndose hacia la espalda no visible del planeta idéntico a Teramar,
Edenario.
Los dhevas en la
nave madre y las siete naves con solo un dheva navegante cada una, tuvieron que
abandonar los cielos cercanos al lugar del fuego también, pues era peligroso
quedarse. Resguardados por las naves hermanas de “ayuda” huyeron ante la
seguridad de perecer si daban alcance y enfrentaban a las naves grankas que los
duplicaban en número. Se alejaron tomando el rumbo hacia Teramar, dejando en el
suelo desolado del lugar del fuego sus templos piramidales y su base cubierta
por la imagen del rostro de un dheva fusionado con el de un nativo Llaitíe.
Durante la huida,
en el interior de la nave madre sin ojos, Mriem VI buscaba entender las razones
de Belshú, las de los dhevas que lo acompañaron y la de los dhevas-grankas al
destruir la vida en Nibiru arrastrando a su propio planeta hacia la muerte en
las entrañas de Sirius. ¿Por qué ahora repetían la historia? Su incansable
deseo de dañar era inagotable iniciando la primera gran destrucción en el
sistema solar, en el planeta que por poco tiempo cobijó a los dhevas, quienes
dejaron su vida física en la tumba en que se habían convertido por siempre sus
edificaciones dejadas ahí. No había razones que él pudiera entender.
La pena se
confundía con una sensación de impotente rabia que debía contener, le mostraban
latente en sí mismo, un sentimiento “prohibido” para los príncipes, únicos
dhevas capaces de sentirlo amplificado como Belshú y al notarlo Gama I y Victus
VII se esforzaron al máximo para tratar de erradicarlo de su interior
multiplicando su meditación, buscando su serenidad. Mriem VI era un dheva
príncipe que a poco tiempo de nacer, en lugar de crecer entre la paz de sus
hermanos hasta llegar a una edad en que el dominio de la mente y el espíritu
pudieran vencer cualquier mal, estaba creciendo entre destrucciones, dolores y
huidas y eso forjaba en él, un espíritu rebelde que debía dominar para no ser
el sucesor de Belshú en la historia”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario