CAPÍTULO NUEVE
EL DOMINIO
HUMANOS, LA NUEVA RAZA
“Al partir en
persecución a las naves dhevas desde la destrucción de Nibiru, Belshú decidido
a reencontrarse con su hermano gemelo, hizo apurar la velocidad de las máquinas
cuanto pudo; Mas de pronto vieron los perseguidores la desaparición de la nave
madre y las 7 pequeñas en un punto oscuro del espacio… Se acercaron, buscaron
por todos las zonas vistas posibles y no pudieron encontrar rastro alguno que
seguir. Había llegado el final de la persecución, el hermano buscado había sido
absorbido por la nada cerrando para siempre la opción de Belshú para poder
completarse.
La furia al perder
a su hermano a punto de alcanzarlo, viendo desaparecer toda esperanza en una
oscuridad sin respuestas, logró en Belshú la mezcla de las más violentas
emociones, ya no lo sentía, ya nunca podría volver a ser completamente.
Después de la
búsqueda infértil en la que pasaron mucho tiempo más allá del acostumbrado a
sentir, tomó rumbo a algún lugar que pudiera ofrecer a él y su grupo, un
espacio donde asentarse y poder planificar un futuro. Ingresaron entonces al
sistema del sol y evaluando los suelos posibles, descartaron aquellos cuyo
calor pudiese malograr, resecar aún más sus cuerpos deteriorados por el
ambiente de Rup, no bajando siquiera para inspeccionar, ni en los planetoides
del planeta de gas, ni en el lugar del fuego, ni en el planeta grande gemelo
del sistema del sol; Eligieron una tierra fértil, pero fría, tierra húmeda
donde el hielo pudiese aliviar sus cuerpos, dirigiendo sus naves hacia un
planeta habitado, que tendrían que conquistar. Quedándose desde ese momento,
antes del principio del tiempo conocido como tal, en Edenario.
Edenario era el
más pequeño de los dos planetas gemelos del sistema del sol, imán de Teramar
mantenían ambos su movimiento en el espacio.
Grandes montañas
heladas cubrían la mayor parte de su suelo, cuencas de agua solidificadas
adornaban sus paisajes que bajando a sus llanos derretidas por el movimiento de
las aguas al pasar por la zona de vida de las bestias voladoras que escupían
fuego, se convertían en ríos cristalinos en donde las aguas mezcladas con
helados cuchillos del hielo recogidos en su trayecto, desembocaban en un mar
frío que bañaba sus escasas costas de arena blanca.
Grandes bestias
voladoras de las cuales protegerse y a las cuales agradecer el calentamiento de
los picos para el surgimiento del agua.
Espacios abiertos
en los llanos, más roca que agua, más hielo que plantas, cielos de colores
tornasolados y frío eran su entorno, así como grandes equinos alados surcando
sus cielos bajos, animales de cuerpos imponentes con un cuerno defensor que
servían a los edarios como transporte y bestias de lucha.
Al descender las
naves de Belshú, los edarios sorprendidos por la llegada fueron a su encuentro,
no para recibirlos de buena manera, sí para evitar su presencia en su suelo.
Eran guerreros natos, la pelea por los espacios y supervivencia era su forma
natural de existencia. Seres duales, de naturaleza agresiva, explosiva aunque
fríos y planificadores.
Los edarios, eran
seres de carne y hueso como hoy son los terrestres. Su piel en tonos rosa
claro, sus ojos claros en tonos mar y cielo y sus cabelleras de sol abundantes
y ondeadas, amarillas desde los tonos más claros casi blancos, hasta el color
del sol al ponerse. Esbeltos, de estatura promedio (1.90-2mts.) de cuerpos
fuertes, musculados, acostumbrados a luchar entre sí por la conquista de bienes,
tanto hembras como machos, daban mayor importancia a la fuerza y supervivencia
individual, que a la familia o a la ternura; Existiendo entre ellos siempre una
actitud de competencia y desconfianza.
La sociedad edaria
era bastante primitiva, vivían en clanes, grupos que adueñándose de zonas de
llano, luchaban por sobrevivir tratando de vencer a otros grupos, intentando
ser uno más fuerte que los otros y por ello gozar de mayores privilegios.
Hacían grandes construcciones de piedra en las que habitaban en grupos, siendo
el más fuerte del clan, el líder hasta ser vencido por otro. Las construcciones
las cubrían por dentro, con la piel arrancada a las bestias más pequeñas que
por no poseer alas, podían matar; usando su grasa como protección externa de
sus viviendas y cuerpos. Se alimentaban de su carne como dieta principal y
alguna que otra raíz que lograba crecer en su suelo bajo, en los tiempos de
menor helada.
Los niños sin
importar su sexo, desde muy temprana edad debían aprender a cazar y a
defenderse, para ello utilizaban grandes dientes arrancados a sus presas, así
como cuernos de sus bestias fallecidas en lucha, lucha que significaba para
ellos diversión.
Aquellos niños que
no tuvieren la forma física necesaria, la fuerza vital de supervivencia, ya sea
por debilidad congénita, por enfermedad o nacimiento deforme, eran desechados,
puestos en zonas de montaña en donde serían recogidos por las bestias aladas
que escupían fuego, quienes devorando las carnes deformes, darían nuevas vidas
en buen estado a su pueblo, así como evitarían gracias a esas ofrendas, ataques
a los grupos vivos de la sociedad que siempre se mantendrían fuertes al no
existir entre sus filas ningún ser imperfecto.
Eran muchos
edarios armados con sus cuernos y colmillos, los que dieron frente al grupo que
llegaba, muchos edarios cayeron en la batalla, ninguno de los recién llegados.
No pudieron hacer demasiado, pues la tecnología y la fuerza energética de
Belshú los obligó a rendirse para no fallecer desangrándose sus ojos sin
siquiera ser tocados.
Fueron
conquistados y minuciosamente educados por los dhevas-grankas comandados por
Belshú para lograr un ejército con el cual buscar y destruir a baba y todos los
culpables de la desaparición de Anumgel.
Invadieron
Edenario imponiendo el terror durante mucho tiempo entre sus habitantes,
esclavizándolos para su ejército y usando su tierra como base. A los edarios
que aceptaron la conquista, les fue fácil aprender las artes de la guerra con
armas avanzadas y escudos protectores. Eso les fascinaba, competían entre ellos
para ser los mejores. Los que no aceptaban la sumisión, huían a otras zonas en
busca de un nuevo clan al cual pertenecer, sin atreverse a dar frente al
conquistador.
Las naves dhevas
ante la destrucción atmosférica del planeta de fuego huyeron extrañados al ver
que las naves dhevas-grankas no dieron pelea. La nave madre rodeada de las
pequeñas, se mantuvo estática esperando el ataque de las naves que rodeaban el
planeta de fuego. Hubo inmovilidad y silencio. Luego, conformes con una bomba
que dañara la atmósfera del planeta, las naves dhevas-grankas se retiraron
dirigiéndose al planeta gemelo más pequeño del sistema del sol. ¿Por qué no
atacaron? ¿Acaso no los perseguían? ¿No era Belshuel quien comandaba ese
movimiento? No hubo respuestas. Entonces la nave madre y las 7 pequeñas, entre
los dos planetas gemelos, escogieron el más grande y caliente, el que mostraba
grandes espacios de agua, descendiendo en Teramar.
Los edarios que
huían en Edenario del clan principal, clan que crecía rápidamente con Belshú a
la cabeza conquistando con sus nuevas armas y técnicas a otros grupos,
adueñándose de los llanos. Los que huían debían trepar hacia las alturas y en
su camino perecer por el frío, la falta de alimento o siendo alimento de las bestias
que escupían fuego, de lograr cruzar al lado más helado, infértil y no
explorado, tal vez podrían sobrevivir… Pocos llegaron al otro lado de las
montañas sorteando la muerte, mas fueron suficientes para constatar con horror
al ser atrapados, que aquel lado había oscurecido sus cielos al no verse ya
tornasolados y en su tierra rocosa helada, había naves depositadas y
edificaciones metálicas eran usadas como prisiones en donde los niños y jóvenes
deformes crecían siendo usados en experimentos de fertilidad para una raza
alada aparentemente bella, comandada por un ser grande y oscuro, un grupo que
invadiendo un espacio pequeño del planeta, lejano a los ojos de todos; parecía
haber llegado a su planeta mucho antes que el “Dios” invasor.
En Teramar los dhevas
de las siete naves, en conjunto con especialistas de la nave madre, bajaron a
buscar a los Llaitíes rescatados, no pudiendo encontrarlos; Recorrieron grandes
zonas, pudiendo ver que Teramar era mucho más grande de lo calculado, un
espacio rico en flora y fauna diversa, desde la zona de plantas donde habían
descendido para iniciar su búsqueda, hasta el punto final de su expedición al
pie del gran mar en la zona de arena. Ya en el lugar y al haber perdido la
tierra prometida (Lugar del fuego), se tomaron el tiempo para construir
edificaciones y poder hacer contacto con los terrestres originarios.
Eran seres de
cuerpos pesados, fuertes, no muy altos (1.60 mts, promedio), piel áspera,
reseca, de color marrón rojizo, ojos rasgados de color oscuro, narices y bocas
grandes, cabello abundante en el cuerpo y liso en las cabezas en tonos madera
oscuro. Seres que se agrupaban en familias y vivían en construcciones hechas de
ramas y rocas y en cuevas naturales, protegiéndose de las bestias inmensas con
quienes compartían su mundo, cuidándose entre sí amorosamente. Seres temerosos
de los movimientos naturales de su tierra, de las aguas y electricidad cayendo
de sus cielos, para ellos misteriosos por incontrolables.
Seres muy alegres
y hospitalarios que abrieron los brazos a los dhevas llegados con una exagerada
admiración, admiración que los hacía hincarse ante sus presencias, admiración
que parecía temor al mirar las naves, admiración que los llevó a mostrarles su
cultura llena de sonidos y movimientos expresivos del cuerpo, sonidos imitando
animales saliendo de tubos hechos con ramas huecas, sonidos guturales que
salientes por sus bocas asombraron a los dhevas que nunca antes habían
escuchado algo tan fuerte y rítmico.
Teramar albergaba
antes de la llegada de los dhevas, no solo a los terrestres originarios que
andaban descalzos entre sus suelos verdes y frondosos, había otras razas que
llegadas de otros lados buscaban sobrevivir ahí.
Los dhevas
pudieron conocer ahí a Los “pequeños burlones” la raza de pequeños seres
provenientes del primer espacio destruido por Baba; una misma raza con dos
tamaños y colores diferentes por ser unos los jefes, burlones agresivos y los
otros los servidores, trabajadores de la tierra, burlones amistosos. Ellos
hacía mucho tiempo al lograr huir de su espacio original antes de ser
destruido, habían perdido su rumbo y descendido estrellándose su nave,
quedándose en Teramar sin posibilidad de regreso. Se divertían asustando a los
terrestres con sus capacidades de invisibilidad. Vivían y vivirían eternamente
multiplicándose entre los oriundos del lugar, ocultos en grandes zonas de
vegetación, apareciendo y desapareciendo sin mezclarse, en el nuevo suelo que
hacía mucho se había convertido también en su casa.
La otra raza era
más difícil de ver, vivía en los mares, eran seres con imágenes mezcla de
hombre y reptil, de piel lisa de color azulado, seres de otras distancias que
habiendo perdido su rumbo en sus viajes por los espacios, habían colonizado los
mares y playas del gran planeta de aguas azules. Seres de gran inteligencia,
capaces de respirar dentro y fuera del agua, habían preferido las profundidades
para vivir en paz sin intervenir con los habitantes de la tierra ni mezclarse,
seres sumamente espirituales pero con una gran atracción por la soledad, no
buscaban contactos y trataban de evitar ser vistos.
Cerca de ellos
vivían seres nativos del lugar azul Teramar, seres muy antiguos nacientes
primogénitos del planeta que perdieron sus piernas al internarse en los mares
huyendo de los tiempos de fuego en las zonas altas, compartían espacios en
profundidades medias. Habitando cavernas profundas en donde las bestias del mar
no podían ingresar a obstaculizar sus vidas, cavernas construidas en cristales
de colores que hacían alegre su permanencia en las profundidades, surgiendo a
nado por cuanto lugar quisieran, siendo una suerte de peces humanoides en
colores diversos camuflados de plantas y mar, pudiendo respirar oxígeno, mas
prefiriendo abrir sus branquias y vivir en el fondo.
Al cabo de un
tiempo muy extenso en ese compartir del lugar, los dhevas supieron que los
peludos del lugar del fuego habían encontrado también un hogar en Teramar, en
las montañas altas de los diferentes puntos donde fueron dejados.
Mientras el tiempo
en Teramar avanzaba rápido, más rápido de lo sospechado posible por un dheva,
Los que habían descendido en las siete naves, formaban una civilización de
grupos de amor con los terrestres, los reptiles y los acuáticos en una gran
isla a la que llamaron “Lugar Pacífico de los Mundos”. Los Burlones mantuvieron
al principio su cómoda distancia internándose en zonas lejanas de vegetación.
En esa zona de
Teramar, los dhevas cobijados habían logrado compartir el suelo con algunos de
los seres peludos salvados del lugar de paso que habíanse acercado, los
ermitaños seres reptil, sus compañeros antiguos acuáticos y los nativos
terrestres. Cinco razas unidas en una gran ciudad de pirámides altas y jardines
frondosos rodeada de agua. Ahí sus días transcurrían en paz creando belleza y
bienestar para sus habitantes. El sol les daba su calor constante en su
movimiento de oeste a este, el clima caliente favorecía la fauna y flora y
vivían compartiendo la tierra, el agua, las enseñanzas espirituales y los
sonidos rítmicos que unidos a los cantos de los habitantes de los mares,
formaron una suerte de bella armonía que fluía alegrando sus días.
Simultáneamente en
Edenario, el planeta gemelo, del lado oculto entre las heladas montañas, los
dhevas del ejército de Baba, seres hechos de envidia y ambición con la
tecnología suficiente, llegados desde su partida de Nibiru, intentaban usar
experimentos de ingeniería genética con los edarios capturados en su afán de
continuar su raza y lograr así aumentar su grupo que al no ser grande, no
alcanzaba a cubrir las expectativas de Baba en su destrucción. Ellos fueron los
que enviados por Baba destruyeron la atmósfera del Lugar del fuego al no lograr
su cometido y ser descubiertos; Ellos seguían a la orden de Baba, intentando
una continuidad. Pero no pudieron superar su infertilidad, entre ellos no se
encontraban expertos en la materia como Human I o Tahya I, Eran simples
guerreros practicantes desechando a sus víctimas sin obtener frutos.
Baba y su grupo,
esclavizando a los edarios deformes que podían ser utilizados y a los que
ingenuos huían de la “gran ciudad” creada por Belshú, daban como alimento a los
niños más débiles y los desechados en los experimentos, a la jauría de dhevas
deformes que se arrastraban al servicio de baba, dhevas destruidos por su
ambiente tóxico que fueron llevados por Baba en su viaje como arma para sus
planes destructivos, muchos, demasiados seres sedientos de sangre intentando
entender sus presencias en mentes deformadas por el miedo y la rabia sin
posibilidad de recuperar sus conciencias. Pobres seres encarcelados en cuerpos
destruidos, involucionados a bestias por el ambiente de Nibiru fuera de la
cúpula… Asustaban babeando a los edarios capturados, esperando el momento de
tenerlos en sus fauces.
Desconociendo los
sucesos de la zona de montañas heladas, Belshú seguía su avance creando una
civilización perfecta, seres fuertes y bellos, un grupo armado de respuestas
inmediatas, preparado para todo, grupo que al saberlo más fuerte se unió a sus
fortalezas aprendiendo y evolucionando en el uso de tecnología para la guerra.
Esta actitud fue de mucho agrado para Belshú, que poco a poco fue escogiendo
entre los edarios a sus preferidos a pesar de la oposición de Just II y sus
acompañantes.
Al partir de
Nibiru, se habían sumado al grupo de Belshú, otros dhevas dispuestos a luchar
por la sobrevivencia, ingenieros, científicos y sobre todo guerreros, que no
aceptando el régimen impuesto por baba en su tierra, callaban su descontento
por mantener sus existencias; pocos, pero suficientes para formar con él un
grupo capaz de doblegar a los edarios. Grupo temeroso por su raza, grupo celoso
de su guía y su capacidad para mantener el manejo del poder y con ello la
seguridad de sus vidas. Si bien los edarios eran seres más densos que ellos, su
inteligencia y dualidad marcada, los hacía ante sus ojos personajes de cuidado.
Belshú no quería
escuchar consejos de nadie, Just II por haber compartido con él su suerte de
destierro así como su deformación física, se había convertido en el único confiable,
no por ello capaz de aconsejarlo a él, a él que era más poderoso que ninguno.
Poderoso y herido
buscando un reemplazo de su otra parte, mirando su imagen en los reflejos de
las aguas congeladas del lugar, viendo la deformación de su rostro endurecido,
sus ojos empequeñecidos, sus alas antes majestuosas, convertidas en membranas
quebradizas…
Sólo él sin
entenderlo tenía la capacidad de ver más allá de los cuerpos, a pesar de ser su
capacidad mermada al 50% por faltarle su mitad. Sólo él sabía, presentía,
sentía que aquellos edarios escogidos no eran nuevos en su camino, eran almas
que regresaban a cumplir una promesa y él la cumpliría con ellos.
Entre los edarios
encontraba la inteligencia que admiraba y la belleza que ya no poseía, siendo
de entre sus discípulos de guerra escogidos cuatro edarios que para él eran sus
hermanos, nombrándolos como superiores de los otros; Una hembra y tres machos
cuyas capacidades intelectuales, su destreza y astucia, los hacía merecer de
parte del Dios Belshuel, la admiración, confianza y amor.
El más fiel de los
edarios era un macho joven llamado Adaneva en quien Belshú presentía la
presencia de Traeyt II. Nombrado por él, comandante general encargado del orden
de los grupos disidentes, siendo su función, mantener la disciplina entre el
pueblo edario.
Otro macho mayor
era Manhu, en quien podía ver claramente Brevt II, encargado de la manutención
del pueblo edario, estando bajo su control toda semilla y animal viviente para
ser racionado en justicia; padre natural de Adaneva y sus dos hermanos mayores
Ziurasis y Enlílithu.
Por su parte
Ziurasis tenía a su cargo el control de la natalidad así como toda enfermedad
posible, siendo el primero del grupo en iniciar un trabajo de reconstrucción
del ADN de su pueblo para evitar nacimientos deformes, encontrándose en sus
ojos con Human II.
Enlílithu, única
hembra del grupo, reconocida por su frialdad y ferocidad, era la encargada de
las estrategias militares, sacrificios y fertilidad; Viva presencia de Tahya I.
Belshú encontraba
en estos cuatro edarios, energías vibrantes que lo hacían despertar sus
sentidos dormidos. Manhu era la pasividad, justicia, organización, calma;
Ziurasis la lógica, la esperanza, la inversión a futuro, la apuesta permanente
de un camino; Enlílithu la frialdad del cálculo perfecto, la inteligencia sobre
la acción, la dureza en las decisiones y Adaneva el movimiento, la empatía
liderando, la frescura descomplicada, la alegría.
Preocupado Just II
por el dominio sobre esa tierra, reclamaba a Belshú su tiempo perdido en
acercamientos mayores con estos edarios. Belshú se sentía a través de ellos en
el hogar perdido y dioles poderes sobre los demás confiándoles el gobierno del
pueblo edario junto a él; Poderes que los edarios utilizaron por el bien de su
pueblo y por el bien de su Dios como llegaron a ver a Belshuel, quien lejos de
ser con ellos el monstruo invasor que temieron en su llegada, era un maestro
dando a su pueblo el crecimiento de una civilización majestuosa. Palacios de
roca adornaban su tierra, vestidos cubrían sus cuerpos reemplazando las pieles
que eran usadas como materia prima para sus trajes protectores, el frío ya no
era un enemigo y la belleza se apoderaba de su pueblo.
Los temores de
Just II a pesar del avance y la alegría que se podía respirar en Edenario, no
estaban del todo infundados, no por los edarios cercanos a Belshú cuya lealtad
era real, sí por los edarios que temiendo por sus vidas habían huido ofreciendo
a baba del otro lado del planeta, las formas exactas de llegar al centro del
pueblo gobernado por Belshú, al mismo espacio desde donde gobernaba, lugar
accesible solamente por túneles secretos que muy pocos conocían.
Entonces se dio la
gran guerra en Edenario, guerra que causó muerte y dolor en el pueblo edario,
guerra que logró reducir a Belshuel.
La llegada de Baba
fue sorpresiva, Just II estaba discutiendo en ese momento con Belshú, cuando el
muro de piedra a espaldas de éste se venció dando paso a una energía que con su
sola presencia logró derribar al temido Dios, causando la inmediata reacción de
Just II quien huyendo del espacio convocó a los otros dhevas presentes y los
cuatro edarios escogidos por Belshú. No pudieron regresar a la estancia, la
presencia de baba cerraba las puertas.
Fuera del recinto
el pueblo edario empezó una lucha cruenta contra los deformados monstruos que
los atacaban de todos los frentes. Bichos se arrastraban en rápidas carreras
atrapando en grupo como langostas a sus presas, devorándolos a pesar de sus
esfuerzos por defenderse; guerreros dhevas fieles a su amo, utilizaban rayos de
luz de sus báculos cortando todo a su paso, Lub I y Hed I comandaban el
movimiento ofensor. Los 4 edarios tomaron entonces el dominio de sus fuerzas
alertando a los ejércitos formados, quienes armados repelían el ataque. Fuego,
sangre, gritos y confusión reinaban en la ciudad mientras Just II intentaba sin
respuesta abrir la compuerta del espacio donde se encontraba Belshú.
Paralelamente los
dhevas en los laboratorios de la nave madre al mando de Victus VII, experimentaban
uniendo su ADN al donado por sus hermanos terrestres, que siendo convocados
para ello, quisieron ayudarlos a continuar la existencia de su raza. Victus VII
antes de partir había dotado el laboratorio de la nave madre con todos los
implementos necesarios para continuar sus experimentos, así como había logrado
rescatar su “Máquina” de la zona prohibida, oculta en el laboratorio principal
a su cargo en Nibiru, ahora en la nave siendo objeto de gran concentración de
su parte en su afán de duplicarla.
Human I después de
muchos intentos, logró una nueva forma de vida mezcla dheva y terrestre que
nació de vientres matrices artificiales que no necesitaban mayor espacio,
matrices que pudieran crear cuerpos pequeños, cuerpos nacientes como los de los
terrestres, cuerpos cuyas energías y consciencias no debían ser preocupación
para él, al sospechar ya que la creación de dichas energías nunca estuvo en sus
manos.
Nacieron entonces
en el laboratorio de la nave madre, seres pequeños y hermosos que alcanzarían
en su crecimiento similar altura a la de los dhevas, pero su crecimiento iría
desde la debilidad inicial de un recién nacido, hasta la fortaleza de un adulto
en los tiempos de Teramar, un crecimiento que a pesar de parecer largo, suponía
para los dhevas un espacio mucho más rápido del que tuvieran los dhevas en la
maduración de sus capullos hasta su nacimiento.
Los nuevos seres
eran de piel opaca sin transparencias en un tono dorado muy claro, ojos
almendrados grandes y oscuros, boca y narices pequeñas, nada de bellos en los
cuerpos y poco cabello lizo y de color negro en sus cabezas, un primer grupo de
12 nacientes machos.
Dotados de todas
las características terrestres naturales, crecieron en un espacio contiguo al
laboratorio, siendo alimentados y cuidados por el grupo que conducía Victus
VII; aprendiendo además de la comunicación telepática que los dhevas enseñaban,
un idioma de voces que serviría para comunicarse con los terrestres, idioma que
no era más que la traducción en sonidos guturales de los pensamientos dhevas
para definir las cosas, idioma al que llamaron Coraní. Esta nueva raza
continuidad de la especie dheva en unión con los terrestres llevó el nombre de
“Shivas”, creación total de Human I bajo el nombre de Victus VII.
Gama I desde la nave
madre sin ojos, al saber del resultado de los experimentos de Victus VII, dio
orden de cuidar a los nuevos hijos, preparándolos en el amor, dando a ellos los
conocimientos que llevaban en la nave por igual; Vuelo, creación de ciudades,
formas energéticas, trabajo de la piedra y metales, semillas y su germinación
en suelo terrestre, todo lo necesario para convertirse en voceros del bienestar
de los pueblos. Una vez educados, debían ser enviados en grupos hacia Teramar
para compartir su sabiduría y uniéndose a hembras del lugar, lograr la
continuidad de las razas en una mezcla que llevaría el nombre de su creador
quien ya empezaba la creación del segundo grupo.
Mriem VI solo
presenciaba los hechos sin intervenir, no podía, no debía. Estaba destinado a cumplir
su aprendizaje mientras se encargaba de mantener la comunicación permanente con
los dhevas que habiendo descendido en Teramar, se encontraban en la base
subterránea de la construcción de animal con cabeza de hombre levantada en la
zona de arena de su primera llegada. Los tiempos corrían en aparente paz.
Teramar, el
planeta azul de agua, poblado en ese entonces por la raza terrestre de hijos
del sol era el lugar inmenso donde compartían su suelo los pocos dhevas que
seguían descendiendo, las razas oriundas, las llegadas de otros cielos que
seguían bajando al ser un espacio inmenso, sin por ello intervenir con otras
formas de vida. Todos, incluidas las enormes bestias vivían en armonía. La
hermosa ciudad en el continente de cristal rodeado de aguas, era un paraíso en
donde todas las razas se ayudaban y unían sus conocimientos, creciendo su
tecnología así como su sabiduría rápidamente. Al poco tiempo, una vez adultos
los primeros hijos del laboratorio, se sumó a la unión de razas el primer grupo
de Shivas creado en la nave madre sin ojos. Al descender escogieron pareja para
continuar su especie entre las hijas de la tierra, creándose seres mezcla de
Shiva y terrestre, seres llamados por Victus VII su hacedor inicial “humanos”.
La desesperación
de Just II logró la colaboración a su lado de los pocos dhevas que se habían
sumado a su grupo; Human V, Just IV y Tea I, logrando entre los cuatro una
fuerza de energía que logró vencer la puerta dándoles el ingreso necesario al
lugar.
La imagen era
tensa, dolía el cuerpo y la mirada verla; Baba, descubierto mostraba su rostro
fétido inundando el lugar de tensión indescriptible, manteniendo a Belshú de
rodillas ante él, con los ojos enrojecidos a punto de explotar y un gesto de
rabia que echaba chispas ante la mueca sonriente de baba… Ambos mantenían una
comunicación que los intrusos no podían definir, voces de silencio se mezclaban
con chirridos, ruido, hielo cortante y densidad de náuseas. Just II se acercó
intentando detener a baba, siendo su cuerpo expulsado con violencia por una
suerte de campo protector sobre el ente, Just IV y Human V abrazaron a Belshú
intentando sumar sus fuerzas a la suya, logrando que este pudiera ponerse de
pie, logrando no ser tocados por baba ante la protección que les ofrecía el cuerpo
del Dios.
Tea I fue al
rescate del cuerpo inerte de Just II y al comprobar su deceso entró en furia
lanzándose sobre baba quien sin inmutarse lo hizo caer contra el hermano caído,
perdiendo también la vida del cuerpo.
Just IV y Human V,
últimos dhevas de formas natas, debilitados por la fuerza de baba empezaron a
caer a los pies de Belshú quien al verlos duplicó su furia contra el ente
destructor. Enfrentados los poderes del ente y el Dios Belshú, la lucha era
intensa y pareja, hasta que al ingresar a la habitación abierta ya un grupo de
edarios enviados a proteger a Belshú, éste pudo ver como la fuerza de Baba
creció sin mayor esfuerzo, los tres edarios cayeron a sus pies cubriendo sus
cabezas, quejándose de dolor insoportable, sangrándoles sus ojos, oídos y boca,
desmoronándose sus cuerpos hasta quedar en silencio inmóviles, para ver luego
sus energías saliendo de sus habitáculos corporales, llegar al cuerpo de baba
en total desesperación y ser consumidos por él, dándole una fuerza mayor,
haciéndolo crecer.
Fue la primera vez
que baba consumió por completo una energía individual, al hacerlo descubrió que
podía crecer devorando almas que al ingresar en él, conocerían la nada; almas
que serían su alimento, perdiendo por siempre la individualidad, siendo a
partir de ese momento, un arma nueva para él, capaz de lograr su añorada
destrucción. Podía hacerlo, estaba en sus manos destruir todo ente viviente de
Edenario, mas no podía lograr lo mismo con los dhevas y tal vez ningún otro ser
cercano y eso dejaba incompleto su plan.
Entonces sus
chirridos destemplados tomaron voz y su propuesta fue escuchada por Belshú y
los testigos presentes. “Tú serás el Dios amado y obedecido por todos, yo te
concederé la vida de quienes escojas, tú me servirás para gobernar los pueblos
del universo y continuar mi crecimiento, el pacto será hijo por hijo, por cada
escogido, yo tendré un escogido como alimento para mis tropas y para mí, por
cada reino, tú tendrás el poder y riquezas que siempre deseaste”.
Belshú negaba tal
propuesta su fuerza estaba decidida a exterminar a quien lo separó de su
hermano, la treta de baba dio en el blanco cuando su oferta se multiplicó: “Juntos
vengaremos a mi hijo Anumgel quien fuera muerto en manos de Victus VII por
orden de Gama I”.
Belshú aceptó el
pacto deteniendo la lucha. Baba entonces dio orden a sus huestes de retroceder
dejando a los guerreros edarios en paz. La tensión del ambiente fue
descendiendo poco a poco una vez retirado baba del recinto, dejando a Lub I y
Hed I, como guardianes de sus intereses junto a Belshú.
La ciudad quedó
rodeada por los guerreros dhevas al servicio de baba, los edarios ante la orden
de Belshú detuvieron también la batalla, acudiendo los cuatro escogidos al
llamado de su Dios quien daría las nuevas órdenes a seguir.
El grupo de
edarios a órdenes de Belshuel, debían escoger de entre los suyos, quienes
podrían vivir y quienes serían destinados para alimento. La decisión no era
fácil ni agradable; ¿Cómo destruir a sus hermanos a conciencia? El hambre de
los dhevas-grankas y las ánimas llevadas desde Nibiru por baba no tenía espera.
Fue cuando
Enlílithu sugirió con total frialdad, canjear cada ser viviente edario, por
cada ser viviente del planeta gemelo que siendo de mayor tamaño, podría darles
a los edarios la seguridad de su existencia. Manhu se opuso, era un crimen
según su criterio destruir vidas ajenas aunque fuera por la propia; Adaneva
prefirió plegarse a la mayoría, mas siendo su hermana su par en la guerra y su
consorte, su decisión estaba ya definida. Ziurasis decidió por el cuidado de su
raza, considerando a los del vecino planeta seres inferiores, incapaces de
desarrollar la inteligencia y destreza de un edario y por el contrario, capaces
de reproducirse en cantidades más allá de lo que podían gobernar.
Belshuel le
comunicó a baba por intermedio de Lub I y Hed I la decisión tomada cerrándose
el pacto para hacer que el ejército a cargo del comandante Adaneva llevara
comida a los suyos desde el otro planeta a cambio de no tocar a ningún edario.
Hubo grupos en desacuerdo entre los edarios, grupos que a pesar de su frialdad,
sentían un error la solución encontrada ¿Vida por vida? ¿Dónde se encontraba el
balance justo? ¿Por qué los seres de otro espacio merecían tal destino sin
siquiera saberlo? ¿Por qué eran inferiores? ¿Por no ser iguales? ¿Por no ser
edarios?
Los edarios
conducidos por Adaneva llegaron a Teramar a partir de ese momento en naves
pequeñas y esporádicas, matando y raptando a grupos de terrestres que aislados
en puntos distantes del gran planeta eran presas fáciles.
Fue cuando el
comandante principal de los edarios, leal a Belshú, en uno de sus viajes al
gemelo lugar, fijó sus ojos en una hija del sol, llevándola con él a su
invernal y pálido planeta so pretexto de alimento, alegando luego que al ser
más los capturados que el cupo de vidas requeridas por Baba, él la conservaría
como aparente esclava para servirlo, a pesar de la oposición y suspicacia de
Enlílithu.
Adaneva perdió
ante la hembra terrestre su frialdad acostumbrada... un sentimiento sin freno
envolvió al comandante edario y a la hija del planeta azul llamada Varona,
sentimiento causante del deshonor del comandante y de su destierro.
Cuando el hijo de
las dos razas, el resultante del sentimiento que los acercó, vio la luz, su
color claro y sus ojos de cielo naciendo del cuerpo cobrizo y escamoso de
Varona, delataron el error que para los amantes era la dicha y después de un
largo juicio, Adaneva acusado de traición fue condenado junto con su esclava y
su hijo por el grupo edario de justicia, a ser sometido en sacrificio para las
bestias de las montañas heladas que ya reclamaban su acostumbrado bocado.
Belshuel no lo
permitió, a pesar del consejo de Enlílithu de no interceder en favor del
hermano y marido por tratarse de una decisión de su raza que no admitía mezclas
impuras.
Con la ayuda de
Manhu y Ziurasis resguardados por Just IV y Human V, los tres condenados a
muerte, fueron puestos en una nave que los llevaría a Teramar de donde no
deberían volver, desterrados y enviados para siempre al lugar azul donde la
vida tenía por su mayor movimiento un rápido final.
Después de su
partida, en Edenario otros siguieron su ejemplo uniéndose a las hijas e hijos
del planeta azul que habían sido llevados como alimento de sacrificio. Hubo
rebeliones, guerras internas y muchos fueron devorados y exterminados. Algunos
pocos lograron huir hacia Teramar buscando protección en la ciudad de Cristal
del lugar pacífico de los mundos en donde les abrieron los brazos. La guerra
interna era el oxígeno de Edenario; Llegando también a Teramar, a zonas
cercanas de la isla, los edarios inconformes con la decisión de Belshú quien
había burlado a su raza dejando vivir al comandante traicionero, en busca de
sus huellas y las de todo aquel que siguiera su camino, para destruir a los
hijos de su raza que por unirse con la raza inferior del gran planeta, habían
manchado su honor.
El planeta helado,
caliente de furia buscaba culpables en todo aquel que no odiara a los
terrestres esclavos para sacrificio, la piedad, la pena, no eran sentimientos
admitidos hacia los terrestres considerados alimento, burdos, toscos, poco
evolucionados eran una especie ruidosa, de olores fuertes, de razonamiento
simple que no merecían mayor contemplación, útil animal para intercambiar por
la vida de su clara y superior etnia.
Las aguas
congeladas se derretían por el calor del fuego de las armas, el pueblo todo
buscaba cabezas para destruir… Los primeros condenados y perseguidos fueron los
tres edarios familia de Adaneva que apoyaban a Belshú, siendo estos protegidos
por el Dios, quien en complicidad con sus aliados Human V y Just IV, logró una
nave para la escapatoria de los tres del planeta. Manhu reunió todo lo
necesario, semillas, armas, trajes, incluyendo algunos animales de su tierra y
huevos de las bestias voladoras para un viaje que salvaría a sus hijos Ziurasis
y Enlílithu a pesar de no estar estos de acuerdo con la “traición” de Adaneva,
partiendo éstos en compañía de los dos dhevas que los protegerían, hacia
Teramar.
Cuando la nave
partió, quedando al descubierto la traición de Belshuel al plan de baba, fue
retenido por Hed I y Lub I, puesto a merced de un juicio final.
Este fue el inicio
de la división de los edarios, división de sangre que Baba aprovechó
convenientemente para manejar los hilos necesarios que llevaran al pueblo
edario al colapso de su espacio, solo así lograría su plan”.
- Debes irte ya,
es tarde…
- No noté el paso
del tiempo, la historia es tan…
- Triste…
- Iba a decir
aterradora.
Sonrió ante mi
respuesta, fue una sonrisa que no mostraba ninguna alegría, se levantó y
dirigiéndose hacia la puerta para despedirme, secó sus ojos con su mano…
¿Lloraba? Un hombre tan frío y seguro al hablar, mostraba una “debilidad” que
antes no había visto en él… ¿por qué llorar? ¿Por qué sentir dolor ante una
historia de ficción a pesar de ser vista por él como un supuesto pasado? ¡Ya
había pasado! Salí después de estrechar su mano y verlo cerrar la puerta con
los ojos húmedos y un claro cansancio.
Tenía hambre, eran
como las diez de la noche, temprano aún, podría encontrar algún restaurante
abierto y comer alguna carne suculenta que levantara mi espíritu caído ante la
imagen de un maestro que pareciendo perfecto, acababa de mostrarme la
imperfección de sus sentimientos ¿humanos?
Pedí un caldo de
gallina y mientras lo esperaba repasaba en mi mente la historia que acababa de
escribir, nombres que me sonaban conocidos, hechos repetidos que había
escuchado de forma parecida en grupos diferentes, con distintas formas manteniendo
el mismo fondo…La lucha del bien y del mal. Debía leer un poco más de historia
para recordar los nombres, hacer una investigación. ¿Pero cómo? ¿De qué época,
de qué tiempo estábamos hablando? Era una historia más antigua que la tierra…
Mi plato llegó humeante
a la mesa, tanto que no podía comer para no quemarme, quemarme… fuego, una
historia muchas veces repetida sin la consciencia de verla real, una historia
pasada, ¿una historia actual? ¿Era la historia de la tierra?
Me llevé a la boca
el primer bocado, delicioso, reconfortante, un pedazo de gallina que mastiqué
disfrutando su sabor sin pensar en nada, hasta que vi a través del cristal del
restaurante un niño en la calle, un niño que era golpeado por un hombre que
parecía su padre… Pasaron, siguieron camino, no me moví, estaba cómodo comiendo
y ese niño acostumbrado al golpe del padre no era mi problema. Miré mi
siguiente bocado y sentí náuseas, ¿No era mi problema? ¿El mal y el bien?
¿Quién era el malo, el padre que le pegaba? ¿El niño que seguramente merecía el
golpe por un mal comportamiento? ¿Yo que los juzgaba? ¿Yo que no hice nada por
impedirlo? ¿Yo que consumía un pedazo de animal inferior a mí?
No pude seguir
comiendo, pagué y salí del restaurante rumbo a mi casa, trataría de descansar
si las lágrimas en mis ojos y el dolor de mi pecho lograban aquietarse.
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